miércoles, 8 de diciembre de 2010

carne cruda

“el que canta no pretende que sus cavatinas
permanezcan en el olvido,
sino que celebra que los pensamientos altaneros y
malvados de su héroe estén en todos los hombres”
Conde de Lautréamont


Sobre la cama desierta a punto de morir con la mirada al fondo de una línea que se hace llamar techo, piensas. No vienen imágenes de momentos pasados. Tu niñez, tu pubertad, tu primera palabra ha quedado en otra parte, y esto lo agradeces. Tus padres, tus hermanos, la casa en la que alguna vez viviste flota inalcanzable ¿Cómo era la calle, el silencio que ahí se esparcía? ¿cómo eran tus vecinos? ¿tu cara frente al espejo? ¿cuál era tu nombre? Tantas veces creyeron llamarte, nombrarte y crearte; hoy resuelves que nunca lo lograron, continúas escapando.

Un olor a sábanas, aquellas que te envolvían en creaciones nocturnas. Olor a pan francés, canela y mantequilla. Aquellos platillos que partían de casa y a su regreso solo manchas y residuos. Algo existió, pudieras comprobarlo, antes de hoy algo hubo, nació en los adentros de alguna parte y murió en el intestino de algún ser. Pero esto no lo recuerdas, ni viene a tu mente entonces mejor…

Te levantas de la cama, después habrá tiempo para dormir, inundarte en el efímero constante o en el vacío. Cansado, tu cuerpo de metal, tus manos colgando en la espuma de lo incierto, suspendidas vienen y van en una tierra dependiente, su gravedad no permite avanzar, detiene, clava, pesa, aún hoy, cuando más enfermo encuentras al cuerpo. Hoy aumenta esa sed de dolor, de fuego, de hacinamiento, necesidad de finas agujas que lo perforen todo por dentro.

Vas cuesta arriba buscando esa larga pendiente hacia abajo. Así el esfuerzo, innecesario. Subir para bajar. Siempre para bajar.

Aquí el verano es peor que el infierno. En las calles los automóviles se avalanchan unos contra otros queriendo apagar el fuego entre avenidas. Seres incompletos vislumbras mendigando, van a la mitad de su cuerpo, se derriten clavados en las aceras mientras sus manos continúan estériles extendidas al cielo. No es sudor, es piel, piel líquida que recorre sus parpados, su cuello. Sus ojos se escurren en lágrimas, están ardiendo, evaporizando.

El sol se torna negro. Un velo oscuro lo convierte en reina. Desde su altivez lanza rayos perpetuos fulminantes que desgarran pero no causan la muerte. Qué es el hambre, el amor, el deseo. Mientras sigues en pies desnudos, extendiéndose las llagas, se revientan y renacen. Huellas en pus marcan tu destino, tu destierro al que habrás de retornar. Las nubes huyen, desaparecen, dando cetro completo a aquel inmenso dueño. Es la reina cubierta de negro, pasa, recorre recovecos, incuba miedo, desdibuja rostros, crea un mal reflejo, ensancha cuerpos, cielo, suelo, anhelo, hielo, sonrisas de hielo que antes de convertirse en agua ya son solo vapor en vuelo. Buscas una delicia, un último encuentro, en otro ser, que esté completo. Te aproximas a cualquier punto que parece real entre humo gris casi negro. Te arrastras puerta adentro fingiendo hambre de normal, plática casual, lo cotidiano. Te encuentras con un suelo cubierto de escamas, un olor a crío muerto sume a todos en inmovilidad. Te aproximas a aquel que explota en risas, queriendo atrapar alguna de ellas: un volcán que devuelve en tandas rastros de carroña. Te aleja, encuentras a otro más que se acerca y cree decir algo, de sus labios brotan peces muertos que viene el mesero a rejuntar. Retrocedes lentamente, tratas de no convulsionarte, te aferras a las mesas del lugar. Sales de vuelta al infierno que ahora quema menos, de lejos aquel mar desierto. Regresas a tus pies y a tus pasos y a querer encontrar aquel que te de una razón para volver a la cama y descansar.

No logras nada con pedir perdón. Intento vago, súplica, rasgas las cortinas en arrepentimiento. Buscando que se queme la culpa junto con la piel. El suicidio no. El suicidio es salir por la puerta trasera hacia el otoño, mientras continúas ingiriendo excremento.

La piel se desprende como pétalos de una rosa de días en florero. Brotan burbujas en piel que algunos cuentas hasta tres para darle un grado. Levantas la mano derecha para sumergir el dedo dentro de una llaga sintiendo un líquido blanquesino, se pega al dedo, como aquel que sale de la corteza del árbol al hacerle un corte. Arde, presionas más y más, quieres más, tu dedo es la herramienta de la ira, el rencor y resentimiento, de la culpa, el peso del pasado, del recuerdo, la memoria, el hubiera.

Sobre asfalto en incendio bailas de un lado a otro, al son de un viento que espina. Hierve un caldo negro denso, sumergidas tus piernas comienzan a patalear para llegar a la orilla, un torbellino te jala hacia adentro, peleas al llevar tus pies, boca y sueños.

Un punto crece, se aproxima, adquiere gran tamaño, color, se delinea, un toro blanco con alas de cuervo. Vértigo al centro de tus costillas. Quieres viajar en su lomo, quieres tomar el vuelo, cada vez más cerca escuchas el estertor de su respiración, ves la profundidad del vacío de un universo en su mirada, llega a ti inundando todo tu alrededor en una nube oscura, helada, de un frío extremo en ti congela todo. Me alejo.

Me precipito a la ciudad de México, era necesario llegar al inicio de este circo. A mi entrada mil rectángulos de concreto voltean hacia el cielo, lo añoran. Y en uno de ellos, te encuentro hasta el fondo de su altura depositado en dos plantas, quieres lanzarte, elevar tu cuerpo, caer, estrellar tus huesos, hacerlos pronto parte de la tierra al cruzar el concreto. Deseas un lanzamiento anónimo, como un saco en caída libre. Buscas sentir el dolor más insoportable y ser indiferente al sufrimiento. Das tu último paso, caes. A lo largo de diecisiete pisos, un listón se desdobla rápidamente, lo que fue, el hubiera te sigue hasta la raíz de un gris, blanco y negro.

El cascarón de un huevo cruje, la yema se escurre por la acera, se detiene el alrededor por lo largo de un respiro y renueva en el mismo lapso de tiempo. Los otros, aquellos seres inmunes al dolor externo continúan su camino, cuidando de no mancharse con lo que ahí se ha derramado, ni el cuerpo, ni el alma de otro quieren pensar en tocar ni siquiera con las plantas de sus zapatos. Yo también continúo mi camino.

Me introduzco a tu departamento. Repleto de libros, papeles, plantas y basura de la semana. Recorro los títulos de aquellos intentos de fantasía o realidad, ficción o verdad. El lugar es totalmente blanco, sus grandes ventanas dejan asomar el amanecer de un sol ingenuo. Te encuentro al centro de la cocina, sobre una frágil silla, frente a un plato hondo que parece más profundo que el golfo de algún mar.

En medio círculo adentro se encuentran pequeñas réplicas de espejos, diminutos trozos que te reflejan poro a poro. Viertes una taza de leche. Tomas una cuchara y logras un primer bocado. Al masticar sientes el suave tacto del líquido quedando en el olvido, mientras los pedazos de espejo se incrustan en las paredes de tu boca, el paladar, la garganta. Comienzas a ahogarte, una bola de dolor sofoca tu esófago. Pretender tragar y es inútil. Devuelves un poco de aquello. Inclinado sobre azulejo blanco, deshechas dragón un espeso rojo con algunos hilos del líquido en terciopelo que por primera vez en los pechos de tu madre buscaste. Un desayuno completo para empezar o terminar el día. Tus movimientos son mecánicos, el brazo hacia el plato, la cuchara a unos labios deshechos, masticando con mayor dificultad. Ahora solo queda un líquido rosáceo, con residuos de espejos en los que ya no te ves más. Tomas el plato y lo llevas de lleno a lo que queda de tu boca y tus labios, lo dejas caer estrellándolo con la cuadrícula de azulejo blanco. Sostenido en sufrimiento esperas el final, aferrado a una menos frágil silla. Te dejo solo y en paz.

En el piso de abajo, un nuevo departamento, te veo, sentada frente al escritorio recurriendo a papel y pluma. Después de varios inútiles versos, después de hojas de intento haz cambiado la pluma por lápiz. Lápiz de fina punta. Deseando traspasar con el filo esa hoja blanca. Esa hoja que ilumina, brilla, deslumbra. Espesa blancura, un bote de pintura densa dentro de un rectángulo. Estás harta de ti, de lo que conformas y anuncias con tu mirada, tus colores, tus gestos y tu cabello. Te levantas, desabrochas el pantalón, lo retiras de tus piernas y tu cuerpo, sueltas la blusa, y el brasiere, te arrancas lentamente los calzones. Tomas la hoja blanca dejándola sobre el piso. Uno de tus pies se deposita sobre ella, el otro siente frío. Con el lápiz en punta fina escribes sobre tu panza, tus piernas, aquellas palabras no se reflejan ni en papel ni sobre piel. Aprietas el lápiz, escribes con fuerza. La punta atraviesa tu piel. Delineas doble u, eme, be, erre, ge, cada vez con mayor esfuerzo. Caen gotas de rojo que se combinan con lo espeso blanco de la hoja. Escribes por todo tu cuerpo, lo abarca, en la parte de atrás de tus piernas, donde alcanzas de tu espalda, tus brazos, tu cuello, la cara, tus hombros. La sangre fluye hacia abajo. Son horas de adornarte en carmesí. Estás desfalleciendo, caes de rodillas, no derrotada pero sí sin más energía que la de un punto final, tomas el lápiz y lo introduces de tajo entre tus piernas deshaciendo tu traje de piel, te arrojas al charco has terminado tu relato. Salgo de la habitación y el departamento.

Regreso a mi morada. A mi cueva, a mis entrañas. Es necesario que yo continúe con este ritual. Sobre mi cama en sábanas blancas, me siento y espero. Me acuesto y pienso soy aquella que se escribió hasta desangrar; el otro que se lanzó en su último paso y el cual no pudo detenerse en su listón de memorias y sueños; soy aquella que vive en el infierno, que pretende terminar pero solo logra destruirse y renovarse en cada intento. El suicidio no es terminar. Ni la muerte. Ni el sufrimiento. Acostada continúo murmurando, palideciendo, delirando. Cierro los ojos mientras el pedazo de madera en mí está dentro, mientras caigo diecisiete pisos, mientra me arrolla un toro con alas de cuervo.

miércoles, 10 de noviembre de 2010

yolanda

ya solo vives al pronunciar tu nombre.

eco de tus labios

Resuenan tus besos en mi lecho
contenidos en frascos de seda
abierta la ventana afuera el encierro,
entrada al olvido salida al momento.

Nos hemos gastado las horas silencio,
inventando el amor con el sexo,
creando de tu cuerpo, mi cuerpo,
un país de ilimitado suelo.

Es la hora cero, son las cero horas,
un instante burlar el tiempo,
seducirlo a permanecer quieto, curtirse
en nuestra piel, llegar
(poros adentro)

Calculo la lejanía de tu cuerpo,
un paso o la distancia entre dos hemisferios
un suspiro o un grito dilatado
los fantasmas de tu boca hinchan
(mis pulmones)

Aborrezco tus labios en mis huesos
el zurcido de colores en mi pecho,
olor a destierro, lágrimas convertidas polvo,
el imposible tatuado en el próximo encuentro.

sábado, 6 de noviembre de 2010

esto fue lo que vi

el casado solitario cazando soledades

letras, palabras y puntos suspensivos

tus palabras me llenan la cubeta de agua,
y la vacían;
espejismo y fuego.

si lo que siento es lo que es
por qué buscar recibos y facturas,
fotos y presencia, daños físicos,
al morir solo y sola el alma
tal vez
no conoció al cuerpo.

la soledad me invita al refugio,
en mi cuarto: las ideas
en otros: la plática
en libros: mis inútiles palabras,
podría ser árbol en jardín
en silencio y sin hacer algo, ser.
¿podría?

encuéntrame
estoy detrás de la a, de la m
te descubro espiando
atinando a lo que hay en nubes sobre mi cabeza
y a mis puntos suspensivos

las condiciones son claras
claras como la noche en carretera,
el día para el ciego,
como el amor y la felicidad

te busco en el hondo de un laberinto
me sorprende encontrarte
corro a escurrirme más adentro
y volver a empezar

a veces coincidimos en la mirada
¿eres tú el que escribe esto?
nuestras manos encajan
¿algún día serás la extensión a mis venas
y yo la costilla que te hace falta?

miércoles, 22 de septiembre de 2010

Debate

Terrible manía de decirte lo que pienso
y repetirlo al espejo,
obsesión: decir, repetir y repetir,
decir por qué repito,
repetir lo que no digo.
Horrible manners, don't you say

¿Por qué de pie? Estoy tirada, tu ves
otras cosas,
insecto adivino, especie en extinción,
pequeño minotauro,
figurín edición especial.
Silly you

Otra vez el amor en un poema,
otra vez las ganas de llorar,
arrastrando cobijas de acero,
sumergida en un pantano de vainilla.
Don't you think it's a little bit corny?

Deja de verme las manos,
no encontrarás mis palabras,
las tiré al inconsciente,
torbellino en una taza,
regalo al mendigo,
el sí no tiene nada,
algo,
nada,
algo: nada.
Stop laughing at everything I say

Saliva de tus huesos,
te desparramas por doquier,
hijo de tigre pintito,
yo qué iba a saber,
What are you talking about?

Preguntas redundantes,
no se antoja ser creativo,
cuando tus pies son los mismos,
el dedo gordo,
el espacio entre el pequeño y el anterior,
yo te cocinaba,
ya ni para sexo me necesitas,
perdido en ti, giros en un pan con mantequilla,
Why do you always have to make such a fuzz about everything?

¿Por qué llegar al todo?
Luego viene el siempre, luego, la nada,
el terrible etcétera,
jamás te entenderé, menos me comprenderás,
somos dos lenguajes,
aunque nuestras lenguas: antiguas siamesas
crean conversar,
You and you're nonsense

Recoge tus cosas,
cajas del abril,
abrigos de noviembre,
paraguas de mis lágrimas,
llévatelas a otro lado,
date prisa, el piso se deshace,
corre y no voltees atrás.
Is never your fault

Busco carcajadas de mar,
aún hay miedo en el fondo de mi sexo,
desempolvar eso tacones,
uno, dos, tres mientras camino,
cuatro, cinco, seis en un respiro,
siete, ocho, nueve hasta gritar,
la dieta de la fresa, la luna y el café,
empiezo el lunes a olvidar,
hacer planas en mi cuaderno,
repasar las tablas hasta mi sombra encontrar,
tiempo, consta de cinco letras,
You always have to be like this
me obligas a más,
Yeah right
Olvidaste tus libros,
Something that you won't need
Vestido de plátano te verías mejor
Do you think you're funny?
You better eat all your vegetables
Honey I think I'm gonna be late
The sky is the limit


Basta - harta de tus incongruencias -
muerde esa manzana yo ya no la quiero,
me iré a caminar al infinito,
aire verde entre plantas,
aire azul en azulejos,
ciega aún ante mi piel,
todo es color arena,
sola yo, camuflaje en el desierto,
risa casi sonrisa,
poco a poco de regreso,
me vislumbro, aparezco,
estoy aquí, quiero perder el vuelo,
quedarme lejos.

Marfil blanco,
adorno en óvalo imagen,
he vuelto sin darme cuenta.
Sola y contenta,
te veo de lejos ya despierta,
enciende aquel aparato, ya no molesta.
And maybe you're right

Malena

blanco, ordinario, trata, hierba, chiquita...

E.- Lleva días así.
M2.- Y ¿ha comido bien?
E.- Pués bien bien... sí... digo come sus tres comidas pero come poco. La cosa es que aquí la comida buena no es, así cualquiera pierde el apetito y come por traer algo en la panza...
M2.- Y ¿cómo ha dormido?
E.- Pués sí bien. Aunque la otra vez me pegó un susto. Yo andaba haciendo guardia. Y escuché un ruido. Me fui para su cuarto. Entro y no la veo. Ah canijo dije, ya se escapó. Ahora sí me van a hechar toditita encima. Y luego, escucho una voz. La señorita Malena estaba abajo de la cama, repitiendo las mismas palabras. Por cierto/
M2.- ¿Bueno? Si, sí llegó allá en cuarenta minutitos, es más, media hora estoy allí. Es que ando hasta acá, con mi hermana, bieeen, ya sabes, bien, digo ya te platicaré. Bueno ahorita nos vemos y sorry, adioos.Suspira. Ah perdón. Me decías. Está comiendo bien y durmiendo bien. ¿Tu crees que pueda entrar un momentito? Que me reconozca. Se siente bien feo cuando se me queda viendo con esos ojos. Una extraña. Como si fuera una extraña. Pero sabes qué, mejor me voy porque me están esperando. Así que cualquier cosa ya saben, traigo el celular a la mano. Nos vemos mañana. No, pasado mañana. Gracias por todo. Hasta luego...
E.- Oiga...
M2.- Dime.
E.- Pues es que me quedé con una duda. Que si/
M2.- ¿Bueno? Ya le dije Andrés. Ellos saben que tienen que llegar a ponerse a hacer la tarea. Como hasta dentro de dos horas. Estoy acá con Malena. Bien, está bien pero ando muy apurada. Ok, adios. Me decías...
E.- No nada, mejor ya que regrese, con tiempo y con el doctor, pues ya le platicará mejor, ya ve que yo, qué le puedo decir, el doctor es el que sabe bien a bien.
M2.- Sí, sí. Gracias, hasta luego.

blanco, ordinario, trata, hierba, chiquita...

E.- Malena, Malena, señorita Malena, vamos para afuera, está rebonito el día. El solesote, todos están allá caminando. Malena, señorita, lleva semanas aquí. Ahí está Rober, Licha, Pedrito, Azucena. Todos te quieren saludar. Anda vamos. Ay Malena, otra vez rayando las paredes...

blanco, ordinario, trata, hierba, chiquita...

M2.- Entonces, no quiso salir. Pero eso no es malo ¿o sí? Bueno antes siempre andaba en el jardín, es cuando mejor la veía. No entiendo. ¿Está mejorando? ¿No está mejorando? ¿Qué dice el doctor? ¿Está aquí, ahorita?
E.- No, salió a una consulta, regresa en la tarde ¿no puede venir en la tarde?
M2.- Nombre, en la tarde tengo que llevar a Andresito al básquet y a Marcela al inglés. Y luego venir para acá y regresar por ellos, no, no me da tiempo. Pero ¿le ha dicho algo el doctor?
E.- Pues ya sabe. El doctor Román insiste que estaría mejor fuera de aquí. Con su familia. Con usted o con alguien más. Pero ve que eso lo debe hablar con él.
M2.- Yo no estoy tan segura que vaya estar mejor. Menos en mi casa. Yo nunca estoy ando como loca con las vueltas. Y pues mis hijos no entienden. Y Andrés menos. No, no, no. Mi mamá no puede. Eduardo mi hermano vive hasta Nueva York. No sabría dónde. Porque sola no puede estar.
E.- No, sola no. Ah. Desde la otra vez le quería preguntar. Malena ha estado escribiendo las mismas palabras varias veces. Me gustaría que las viera para saber si usted le encuentra un significado.
M2.- ¿Me preguntas a mi? Por supuesto que no voy a saber. El doctor es el que debe ver estas cosas. ¿El ya sabe?
E.- Pues sí, pero tampoco entiende...
M2.- ¿Cómo? Pues ¿para que está aquí internada si no entienden y pueden resolver nada? ¿Dónde las escribe?
E.- En la pared. Prefiero que usted las vea, en lugar de yo decírselas. Ya ve que luego entre hermanas existen como códigos y luego más pues si son idénticas. Dicen que las gemelas se entienden mejor.
M2.- Malena y yo somos muy distintas, yo soy blanco y ella negro; yo quiero lo ordinario, ella lo extraordinario; yo soy hierba, ella pasto; yo busco, ella ni trata; yo enfrento, ella se hace chiquita. Ella es Malena, yo no. Por afuera somos idénticas pero por dentro... alguna vez le dije... por eso yo no puedo tenerla en mi casa, me duele, me afecta. Quiero ayudarla pero no puedo... Ya me voy y voy a hacer cita con el doctor para que me explique.
E.- ¿Hoy tampoco va a pasar a verla?
M2.- No, mejor otro día. Hasta luego.

blanco, ordinario, trata, hierba, chiquita...

miércoles, 15 de septiembre de 2010

A quien se atreve a gritar

Independencia o no, el presidente celebra. Celebramos.

Yo solo encuentro a mi bandera salpicada de manchas rojas de un rojo más intenso que el que la adorna. Se pinta de un mismo color. El águila desiste también se aleja.

Estamos en guerra.

La independencia, esa, sigue perdida entre los árboles de la Selva Lacandona, entre líneas en la Constitución, en las tumbas de muchos connacionales o en el recién nacido en California, hijo de padres mexicanos.

Con una suma antagónica de pesos se conmemora lo que hace doscientos años nos convertiría en un país libre.

¿Libre?

Después de doscientos años esa libertad sugiere un pueblo inmerso en ansiedad antes que una real liberación.

¿Algún país está sobre México? ¿Decide por México para satisfacer sus propias necesidades? ¿O está lejos de 'involucrarse' y finalmente se lava las manos?

Estamos en guerra. Decisión del presidente y su gobierno y nosotros no gritamos, por lo menos no en contra.

Guerra contra el narcotráfico o contra ciertos grupos, no sabemos. Se matan entre cárteles pero también mueren policías y militares que buscan justicia a dos pesos. Aquel que - desafortunadamente - solo iba pasando. La que se enamoró del 'achichincle' del narco. A varias personas en el gobierno que están involucradas y a los probables. A los que consumen. Los que se rehabilitan. Los que compran. Los que fuman por primera vez. Todos aquellos que parecen y quién sabe si son. Por si las dudas. No vaya a ser. Ese también.

A los que escriben sobre la situación. Reporteros que se acercan más a la realidad pero deciden poner punto final a sus relatos antes de perecer. Verdad, miedo, traición, impotencia. Mejor callar. Más vale página en blanco, que llena de sangre y mis hijos sin padres.

Los que se van y mueren en el intento. Los que llegan y mueren por dentro al saber que su país no les ofreció una oportunidad. Los que se quedan y mueren creyendo que tal vez en un futuro, que tal vez, que sus hijos o sus nietos... que...

Los que estudian, invierten, pagan por su educación y no encuentran trabajo. Olvidan por qué buscaron prepararse en un principio. Y recuerdan: creían que podían ser alguien en su país y luego ofrecer oportunidades a otros mexicanos. Después, mañana, el lunes. Víctimas de nuestra propia desidia, esperamos la llegada de un redentor. Todos nos volteamos a ver. No llega, ya llegará.

Con una celebración de país de primer mundo. Nos encontramos entre salir, echar unos gritillos efímeros, comer, colorearnos de verde, blanco y rojo para después regresar al trabajo deseando que el puente hubiese sido más largo.

¿Cómo grito lo que realmente siento? ¿Cómo grito que no estoy de acuerdo? ¿Qué hago para liberar a México? ¿Cómo lucho por el México que quiero?

Quiero gritar, hacer eco. Quiero gritar pero el grito me ahoga por dentro.

miércoles, 8 de septiembre de 2010

Roberto

Llevo meses siguiéndote. No es necesario que me busques a tu alrededor, ahora estoy en casa, en la mía, te he dejado descansar de mi presencia aunque sientas que nunca la notaste.

Mis miradas de hierro intentando hacerte voltear, como una adolescente busca la atención de aquel joven. Aquel que encerrado en sí comienza su proceso narcisista y se ama tanto como ella, entonces imposible que note su que está ahí como tu jamás me has visto a la deriva.

Si te busco no es porque estoy enamorado de ti. Ni te conozco. Ni sé si tu nombre es real. No he visto tu cara a menos de dos metros, no sé si estás casado, tienes hijos o eres homosexual, o un poco de cada una de las cosas antes mencionadas.

Solo sé que vives y que en este momento lees lo que aquí escribo, hasta juzgas, mi letra, mi ritmo, las expresiones que utilizo. Tratas de imaginarme y situarme en algún momento de tus pasos, pero estoy seguro que te pasé desapercibido. Aunque creas tener una excelente memoria fotográfica, si crees en eso y crees tenerla. Puedo describir ciertos rasgos físicos si te parecen interesantes, soy mucho más joven que tu, delgado, mi piel es muy blanca, de esas que hasta puedes notar pinceladas de verde debido a que las venas se traspasan, lampiño, de mayor estatura a la tuya, sin ser alto. Te repito no busco ningún tipo relación física o sentimental contigo, no soy homosexual, de hecho pudiera ser un depravado sexual que se conforma con cualquier mujer, cualquiera, pero eso a ti no te incumbe.

Lo que pretendo contigo es que te quedes a lo largo de esta carta y sepas detalladamente por qué es que te escribo y decidas hacer algo al respecto.

Te conozco desde hace algunos años. Un amigo, el único con el que comparto mi pasatiempo te mencionó en algún moment, exactamente antes de si quiera comenzar con alguna plática. Tenía tiempo de no verlo, teníamos meses sin contarnos lo que últimamente ocupaba nuestras mentes, pero anterior a comenzar con las preguntas sucesivas de introducción como por ejemplo - cómo estás - ya te había mencionado para rápidamente inmutarse como si tu nombre guardara un secreto sagrado o fuese un tabú. Entonces disimulé haber escuchado sus palabras y le pregunté cómo estaba, ni escuché lo que me decía cuando repetía tu nombre en afán de no olvidarlo. No se me dificultó recordarte, tu nombre es muy parecido al de un personaje popular en mi país, más de uno te lo habrá dicho, no sé qué piensas al respecto: una estúpida casualidad, envidia de ser aquel personaje que tiene por lo menos el triple de seguidores o simplemente te obligas a no darle importancia al hecho.

Llegué a mi casa, tecleé tu nombre en la computadora y descubrí quién eras o quién habías dejado de ser porque en ese momento ya estabas muerto. Me sentí terrible, peor aún después de conocer un poco acerca de lo que hacías, era como conocer a la mujer de mis sueños en unas vacaciones y verla partir sin haber conseguido el teléfono, celular, dirección o correo electrónico, apenas y solo su nombre, ni siquiera su apellido para buscarla en 'facebook'.

Leí y releí tus escritos. En la mañana les daba una primera lectura para en las noches subrayar cada uno de los pasajes que creía importantes, cada una de las frases que describían lo que yo sentía y pensaba, si fuera parte de aquel cuento o novela. Y así sucedieron todos ellos, hasta los que aparentemente permanecían en tu computadora al día de tu muerte y por ese entonces no pensaste publicar.

Cuando terminé con 'todo' y comencé la relectura de alguno de tus cuentos me di cuenta que seguías vivo y que vivías en México.

No eres oriundo de este país pero sé que es el lugar donde más te ha gustado vivir. Te gusta su profunda imperfección y te sientes más libre aquí que en cualquier otro lugar, más que en la idea de la muerte o de una isla sin otra persona, atiborrada de libros, papeles y plumas.

Entonces me vine a la ciudad de México con la excusa de un trabajo y de buscar la independencia frente a mi familia. Soy el más chico de tres hermanos y a mis padres les daba lo mismo si permanecía en su casa por el resto de sus vidas y la mía o si buscaba mi espacio. Más bien hasta parecía un motivo de su entretenimiento. El último ingrediente de la receta. La última fase de su experimento.

Con mi hermano mayor, Joel, fueron sumamente rígidos. Hasta que se fue a la escuela militar en Estados Unidos pudo descansar y obviamente ya no regresó ni al país.

Después con Mariano, una sobreprotección enfermiza, nauseabunda. Se casó antes que Joel, con Mariana, así que ambos Marianos corrieron a vivir a Veracruz conformándose con cualquier trabajo. Ahora les va muy bien, tienen un restaurante de comida saludable, en el cual ninguno jamás ha consumido de sus platillos. Mariana, cocina todo con grandes cantidades de aceite ya que sienten que la comida no tiene sazón si todo no está frito. Son de complexión delgada, que a simple vista los clientes no pretenden cuestionar si su alimentación sigue la visión y objetivo del negocio.

Ahora conmigo, puedes llamarme Víctor. Con el pequeño Víctor no hubo algún tipo de exigencia, menos, intentos por encerrarme en algún almacen. Mis padres fueron todo amor, cariño y miel. Me dejaron libre y hasta olvidado.

Entonces solo tuve que avisarles mi maravilloso plan de buscar la ciudad de México como forma de vida por algunos meses y hasta años. Siendo diseñador gráfico, rápidamente encontré cualquier puesto de trabajo. Hoy cumplo año y medio de vivir aquí.

Te encontré hace algunos meses. No fue imposible. Realizas largos paseos por la Roma y por el Centro. Sabes que ahora la Condesa es el punto que reúne a la clase o círculo intelectual, pero no pasas por ahí ni disfrazado, no te inquieta la idea.

Aprecias tu soledad, anonimato y supuesta muerte, andas por ahí sombrero-lentes y poco pelo que sale delineando lo que sería un posible bigote. Dudé por un segundo que eras tú pero fue al identificar una clara sonrisa en tu ir y venir. Detalle que creo, estás estrenando. He estado muy cerca de ti últimamente, consolidando que eres tú. Tu puntal de fumar me ha arrojado mayor certidumbre. Prendes un cigarro con uno recién finalizado y así puedes realizar una cadena de unos siete tabacos.

Es justo que conozcas ahora lo que te pido. Necesito. Esa es la palabra. Necesito que sigas escribiendo. Tu sabrás cómo le haces pero más bien tendrás que escoger entre las siguientes opciones.

1.- Enfrentarte al mundo literario y mediático. Reconocer que estás vivo y continuar con tus escritos, haciéndolos y firmándolos como hasta tu último libro.

Estoy seguro que al final terminarás por estar más contento que yo. Mueres (nuevamente) por regresar a donde pocos han llegado. A la literatura y el reconocimiento de una literatura propia.

Si, no.

2.- Escribir bajo algún seudónimo, claramente desconocido, arriesgándote a ser acusado de plagio, por la estrecha relación que tendrás a tu obra anterior. Aquí también podrías modificar tu estilo de escribir, la forma, de manera que no se encuentren los mismo lineamientos, pero tal vez una influencia. Ser tu propia influencia. Y así culminarte como un nuevo autor, otra vez.

Creo que esta opción es lo menos probable a tu gusto, pero yo debo darte todas. No se te ocurra publicar algo que me decepcione por el solo hecho de cumplir, porque podrías provocarme a hacer lo peor - y esto más adelante te diré qué es, aunque ya lo imaginas - ¿no?

3.- Solo para mi. Escribir cuentos y novelas que solamente las conoceré yo. A mi me serán enviadas directamente. Tendría que buscar la manera de recibir el material sin que me conozcas porque es algo que no deseo. Si esta es tu decisión, te escribiré de nuevo para hacerte saber cómo le hacemos.

Tu respuesta debe estar para el miércoles, antes de las 20 horas en un sobre dentro de una pequeña bolsa de plástico (por si acaso llueve), bajo tu tapete. A esa hora sueles salir de tu refugio y realizar uno de tus tantos paseos. Por ningún motivo puedes regresar a tu casa hasta pasadas dos horas.

En caso de que hagas caso omiso a mis indicaciones te advierto, y esta es la parte que te demanda, amenaza, obliga a relizar lo que yo busco: tengo todas las pruebas para dar a conocer que estás vivo. No puedes cambiarte de casa o país, no resultaría. Me he vuelto un experto en tu rutina y me siento capaz de adivinar tus intenciones. Comprende que sé perfectamente cómo revelarle al mundo que tú sigues vivo.

domingo, 11 de abril de 2010

Pobres patos

La cena está aburrida. Qué va. Aburridísima. No me gusta el pato. Pobres patos. No nos basta comer pollo en cualquier salsa, proceso, presentación o menjurje. No, también es necesario hacer lo mismo con el pato, la codorniz, el pavo (tan solicitado en navidad), la avestruz y ¿el flamingo? No lo dudo. Joven, me puede traer un flamingo a las brasas por favor.

Es la tercera vez que entro al baño, no tengo mucho problema con excusarme, me han justificado la cantidad de copas que me he tomado. Con permiso voy al tocador, sonrío (sí, otra vez). Pero no son las ganas de ir al baño las que me hacen levantarme abruptamente. La plática o más bien, la falta de plática. La escena del futbolista, tan comentada, recomentada, archicomentada. Ahora un terremoto en Chile les da para adivinar la cantidad de muertos en el suceso. Creo que ya van 500; no, si no me equivoco ayer escuché que son 700. Qué terrible - dice ella mientras toma un trago de la pequeñísima botella de agua de plástico que se irá a la basura después de tres pequeños tragos más. Veinte pesos te cuesta en el restaurante. Deshacerte de ese pedazo de plástico cuesta más. Qué terrible. Y rápidamente pasan a discutir el nuevo corte de cabello de Jennifer López. Creo que a su tipo de cara le queda el cabello largo. Como si esas mujeres, (esas, las famosas quién saber por qué) no se alargaran el cabello de un día para otro. El problema es cuando eres una tipa normal, que vas con el estilista y no entiende la fotografía de la revista o tus explicaciones con dibujitos. Te quitan la capa de superman, voilá, te ves en el espejo fijamente, tragas saliva y aprietas la boca tratando de dibujar una sonrisa, cuánto te debo, sales sin doscientos, trescientos, cuatrocientos, depende, pero una cantidad de pesos considerable para tal desastre en tu cabeza, un nudo en la garganta, y la esperanza de que exista un producto que acelere el crecimiento de tu cabellera. Al cual corres en ese mismo momento a buscar. Tu no tienes tiempo de ir todos los días con el estilista, para que le aplique productos, extensiones, tintes o te peine de tal forma que puedas cambiarte el corte que no te ha gustado o no te queda o no te queda con ese ajuar que traes puesto. En fin todo esto, lo pienso mientras me veo en el espejo, veo mi cabello, que ya ha crecido un poco y del cual finalmente me he convencido, no se ve tan mal. Ahora estoy observando las luces del baño, los mosaicos de la pared, los mosaicos del piso, los colores del techo. Dicen que un restaurante puede ser juzgado por sus baños. Es un baño. Y se podría deducir que entre más sucio está es porque mayor cantidad de personas han ingresado al baño por lo tanto al restaurante por lo tanto tiene que ser un buen restaurante. Sin embargo este está limpio, huele bien, la música tranquiliza, está en colores verde pastel y blanco, la luz disimula las imperfecciones de hasta una puberta de 14 años. Tendré que decir algo en la mesa acerca de todo el tiempo que llevo aquí encerrada. Disculpen pero tenía una conversación mucho más interesante conmigo misma en el baño, frente al espejo. O disculpen esta reacción a sus conversaciones me han desarrollado un interés especial por la decoración de los baños de restaurantes. O, he estado pensando que he decidido raparme para ponerme peluca todos los días, siempre linda, siempre peinadita, de acuerdo a la ropa que en ese momento estaré usando. Pero es que si me quedaba un minuto más escuchando sus conversaciones, era capaz de arrancarme ahí mismo todo el cabello y que las sobras de pato se llenen de pelo nuevamente. Pobres patos.
Y ahí estaba yo, lista para pensar en cualquier otra estupidez cuando entra una mujer al baño. Qué emoción. Tal vez esta mujer tenga alguna plática interesante. O mejor aún venga a quejarse de algo terriblemente íntimo. El desempeño de su marido en la cama la noche anterior. Como aquella vez que una mujer se veía por largo tiempo sus senos, se los admiraba, se los tocaba, cambiaba de postura y los volteaba a ver, solo a ellos. Hasta que su mirada hizo contacto con la mía y me dijo, son nuevos. Sus senos, recientemente adquiridos, estaban parados, perfectos, grandes, lindos, lisos, la barbie de mi infancia, la perfección de muñeca en este momento hubiese añorado unos pechos comos esos. Y algo que no esperaba, la mujer me toma de la mano y me invitara a tocarlos. Y los toqué, divertida, como si nunca antes hubiera tocado unos senos (nunca antes había tocado unos senos operados), eran sumamente duros, demasiado perfectos. Sonreí y la mujer se me quedó viendo. Quité rápidamente la mano y la sonrisa estúpida de mi cara y salí del baño. Pero no. No, no, no. Esta mujer con la que yo contaba, entró con el celular adjunto a su oreja. Totalmente inmersa en su plática. Ni si quiera me volteó a ver. Qué va invitarme a tocar sus senos. Se introdujo en el tercer excusado. Yo escuchaba parte de la plática, sus expresiones, sus respuestas. Salió rápidamente. Y yo saqué mi delineador para realizar el protocolo de colorear mis labios. Lo destapé. Y en una especie de eco intenso escuchaba a la mujer que seguía con su diálogo. No, no lo puedo creer, decía, Marcela sigue con el tipejo este, tu crees, no el problema no es que sea más chico que Marcela es que el tipo ha de ganar en un mes lo que Marcela gasta en una semana, y Marcela ya sabes justificándose por no haber venido, cosita, o sea, el tipo jamás pudiera traerla a un lugar como este, a duras penas creo que lo aceptarían trabajando como mesero, si no es que lavatrastos. Y su risa, macabra, de villana de cuento de hadas. La bruja de la manzana con veneno. La madrastra. Aquella que no se queda con el príncipe. Ahora se ve al espejo, espejito, espejito, quién es la más bonita. Ni cuenta se ha dado que yo llevo horas pintándome la boca. ¿Por qué le molestaba tanto la relación de Marcela? ¿Por qué habla así de ella si es obvio que es su amiga? O así la considera Marcela. Esta mujer tiene envidia de que Marcela está enamorada, de quien quiere, no del que debe. Envidia su valentía. Y ella incapaz de ser feliz, de entregarse a alguien de esa manera, de enamorarse de una persona que no vale lo suficiente en su estado de cuenta. Y ahora se lava las manos, como si así se limpiara de los comentarios hechos contra Marcela. Por fin me volteó a ver, me lanzó una sonrisa a medias y se fue hacia el espejo. Ni siquiera me dio tiempo de contestarle su falsa sonrisa. Se acomodó el cabello. Se pinto rápidamente los labios. Sin delinearlos. Así nada más. Clic se abrió labial, de un lado a otro sobre su maldita boca, clac se cerró el labial, lo guardó en su bolsa y se dirigió a la salida. Y entonces veo parte de la falda metida en su calzón. Disculpa. Se detiene, gira y me ve como aquella que le está haciendo perder su tiempo, su valioso tiempo, el cual por supuesto cuesta tanto que no sé si podré pagarlo. Nuestras miradas se detienen un momento. Yo con el pensamiento en los ojos que cae hasta la boca, la boca semiabierta apunto de expulsar la noticia. Le digo. Qué le digo a estar mujer maldita. Que rompe con las ilusiones de un amor difícil, que estropea la relación de su mejor amiga. Entonces escupo la pregunta ¿probaste el pato? Ella como si mi pregunta no tuviera sentido. Y en este caso tiene razón, pues no tiene sentido, qué me importa si lo probó. Ella se queda viendo mi boca muy pintada, termina de ver mi boca y pasa a mis ojos, por un momento voltea hacia mi pelo y se va hacia alguna parte, regresa y reacciona, hoy no, pero ya lo he pedido antes, esta riquísimo, bueno el pato a la naranja es el que he probado, pero hoy pedí el huachinango al vino blanco, delicioso, deberías probarlo, creo que es el platillo de la semana. Y yo anonadada. Sí gracias. Se quedó un segundo esperando algo más. Esperando sin saber a que yo le dijera que parte de su falda estaba dentro del calzón. Yo pensé en la desconocida de Marcela, sonreí y me volteé para quitarme un poco de pintura de los labios. Desde el espejo alcancé a ver su gesto de indiferencia y su triunfal salida. La falda negra, elegante, de gasa dentro de un calzón color crema, aguado, feo. Mi doble sonrisa frente al triunfo de Marcela. Marcela en este momento sonreía y no sabía qué era lo que le causaba tanta gracia. Y detrás de aquella mujer ridícula una fila corta de patos que se escapaban de la cocina, mientras todos en el restaurante estaban concentrados en el huachinango.

martes, 6 de abril de 2010

Escribir sobre lechugas, sobre una servilleta, un volante, o sobre tu piel.

Siempre me ha incomodado la idea de "escritos" en una infinita red que nadie lee, o que quisiera que nadie leyera o por el contrario, que los leyeran tanta gente y comentaran y tener que estar siempre pendiente de qué van a escribir al respecto de lo que yo comento, aunque al final se me hace totalmente absurdo, tanta porquería en internet y yo, contribuyendo. Tal vez es solo una razón para no tomar lo que hago y lo que me gusta hacer, escribir, en serio.

Conforme pasa el tiempo son cada vez más la cantidad de redes mediante las cuales nos podemos comunicar. Igualmente los dispositivos existentes. Y en ellos te mueves a veces con cautela, a veces totalmente despreocupado, te inventas frases e identidades.

Mientras me resisto a cambiar mi celular por uno que contenga internet y un teclado que me facilite escribir un simple mensaje en el que yo puedo tardar minutos, pues qué son minutos, al parecer una eternidad para aquel que espera respuesta del otro lado. Mi celular o también apodado "la lámpara" ya que tiene un pequeño foco que me permite alumbrar la cerradura de la llave cuando está oscuro, lo he utilizado pocas veces pero puedo presumir que lo tengo, a diferencia de música, cámara, internet o un dispositivo de memoria. Cuando mi hermanito de cinco años tomó mi celular por primera vez buscando juegos o algo con que entrenerse, se despojó de él en no más de tres minutos. La viborita en blanco y negro, una especie de atari, y otro que jamás que entendido, era lógico que prefiriera jugar hasta con sus manos inventando naves, en lugar de seguir intentando descifrar esa pieza antiquísima de museo. Yo, para consolar mi celular me puse a jugar viborita y perdí rápidamente, como siempre. El celular se utiliza para hablar y para que te hablen. Esta ha sido mi mentalidad de siempre. Los mensajes también juegan parte importante de la comunicación por medio del celular. Poco a poco comienzo a imaginarme que tengo un aparato más novedoso. Al cual puedo recurrir si en ese momento olvido la palabra precisa o el nombre de tal actor. Totalmente innecesario. Pero por qué comienzo a creer que sí es necesario.

Como alguna vez creí que myspace era una pérdida de tiempo, cuando dejaba de ser el boom de las páginas sociales y comenzaba Hi5, se me ocurrió hacer un perfil en myspace al cual nunca accesé y rápidamente olvidé la contraseña. Con Hi5 entré un poco tarde pero antes de que terminara su fama. Lo más interesante era que esta red te arrojaba las fotografías de quienes habían revisado fervientemente tu perfil, el cual contenía fotos y otros datos, en el otro lado, tu aparecías en un correo de aquella persona que no te agradaba pero no podías dejar de ver su perfil.

Y luego llegó y sigue en la cúspide, facebook. Un sistema tan fácil de utlizar, que te da la libertad de ser mucho más conservadora en tu información o totalmente mentirosa. Fotos, juegos, cuestionarios irrelevantes, comentarios acerca de las fotos... y así sucesivamente.

Es una especie de actitud contradictoria, entre aislarse frente a un aparato, y estar en relación con tanta gente que a su vez está frente a su propio aparato. Estar pero no estar. Estar aconsejando a una amiga por medio del chat, mientras platicas con el que te gusta esperando llegar a un acuerdo de verse en un café, mientras te pintas las uñas y arreglas tu cuarto. Estar y no estar.

Te cuesta trabajo hacer una llamada para saber qué harán tus amigos. Prefieres evitarla y adentrarte al internet, enviando correos preguntándo los planes de cada uno, sin esperar necesariamente una respuesta. Estar en el limbo con la idea de tener tantas posibilidades. Estás seguro que encontrarás a alguno de tus amigos, mientras existe la posibilidad de verás a la tipa que siempre quieres ver conectada y entonces te lanzarás por medio de una ventana que aparecerá frente a su cara y valientemente le preguntarás si desea salir contigo.

Y lo más nuevo, twitter, al cual me uní hace tiempo, pero en el que no encontré el sentido de estar avisando e informando a cada quince minutos acerca de mi estado de ánimo, mi ubicación física, o alguna ocurrencia inútil. Tal vez porque no tengo uno de esos dispositivos con los cuales tienes acceso todo el día, desde donde tu quieras, para estar avisando acerca de tu día, o tal vez me asusta la idea de que pueden pasar 15 minutos y yo sigo parada en la puerta de mi cuarto pensando en qué iba a hacer, para qué tienen que enterarse todos.

Finalmente, este es mi acercamiento número dos a tener un blogspot, solita me deseo suerte y paciencia. Por todo aquello que voy a escribir que no me gustará a los dos días de leerlo, por todo aquello que perderá cualquier relevancia al verlo escrito en esta página, por todo aquello que pudo ser y terminó sobre una hoja de lechuga.

Y ahora imposible dar marcha atrás.