martes, 6 de abril de 2010

Escribir sobre lechugas, sobre una servilleta, un volante, o sobre tu piel.

Siempre me ha incomodado la idea de "escritos" en una infinita red que nadie lee, o que quisiera que nadie leyera o por el contrario, que los leyeran tanta gente y comentaran y tener que estar siempre pendiente de qué van a escribir al respecto de lo que yo comento, aunque al final se me hace totalmente absurdo, tanta porquería en internet y yo, contribuyendo. Tal vez es solo una razón para no tomar lo que hago y lo que me gusta hacer, escribir, en serio.

Conforme pasa el tiempo son cada vez más la cantidad de redes mediante las cuales nos podemos comunicar. Igualmente los dispositivos existentes. Y en ellos te mueves a veces con cautela, a veces totalmente despreocupado, te inventas frases e identidades.

Mientras me resisto a cambiar mi celular por uno que contenga internet y un teclado que me facilite escribir un simple mensaje en el que yo puedo tardar minutos, pues qué son minutos, al parecer una eternidad para aquel que espera respuesta del otro lado. Mi celular o también apodado "la lámpara" ya que tiene un pequeño foco que me permite alumbrar la cerradura de la llave cuando está oscuro, lo he utilizado pocas veces pero puedo presumir que lo tengo, a diferencia de música, cámara, internet o un dispositivo de memoria. Cuando mi hermanito de cinco años tomó mi celular por primera vez buscando juegos o algo con que entrenerse, se despojó de él en no más de tres minutos. La viborita en blanco y negro, una especie de atari, y otro que jamás que entendido, era lógico que prefiriera jugar hasta con sus manos inventando naves, en lugar de seguir intentando descifrar esa pieza antiquísima de museo. Yo, para consolar mi celular me puse a jugar viborita y perdí rápidamente, como siempre. El celular se utiliza para hablar y para que te hablen. Esta ha sido mi mentalidad de siempre. Los mensajes también juegan parte importante de la comunicación por medio del celular. Poco a poco comienzo a imaginarme que tengo un aparato más novedoso. Al cual puedo recurrir si en ese momento olvido la palabra precisa o el nombre de tal actor. Totalmente innecesario. Pero por qué comienzo a creer que sí es necesario.

Como alguna vez creí que myspace era una pérdida de tiempo, cuando dejaba de ser el boom de las páginas sociales y comenzaba Hi5, se me ocurrió hacer un perfil en myspace al cual nunca accesé y rápidamente olvidé la contraseña. Con Hi5 entré un poco tarde pero antes de que terminara su fama. Lo más interesante era que esta red te arrojaba las fotografías de quienes habían revisado fervientemente tu perfil, el cual contenía fotos y otros datos, en el otro lado, tu aparecías en un correo de aquella persona que no te agradaba pero no podías dejar de ver su perfil.

Y luego llegó y sigue en la cúspide, facebook. Un sistema tan fácil de utlizar, que te da la libertad de ser mucho más conservadora en tu información o totalmente mentirosa. Fotos, juegos, cuestionarios irrelevantes, comentarios acerca de las fotos... y así sucesivamente.

Es una especie de actitud contradictoria, entre aislarse frente a un aparato, y estar en relación con tanta gente que a su vez está frente a su propio aparato. Estar pero no estar. Estar aconsejando a una amiga por medio del chat, mientras platicas con el que te gusta esperando llegar a un acuerdo de verse en un café, mientras te pintas las uñas y arreglas tu cuarto. Estar y no estar.

Te cuesta trabajo hacer una llamada para saber qué harán tus amigos. Prefieres evitarla y adentrarte al internet, enviando correos preguntándo los planes de cada uno, sin esperar necesariamente una respuesta. Estar en el limbo con la idea de tener tantas posibilidades. Estás seguro que encontrarás a alguno de tus amigos, mientras existe la posibilidad de verás a la tipa que siempre quieres ver conectada y entonces te lanzarás por medio de una ventana que aparecerá frente a su cara y valientemente le preguntarás si desea salir contigo.

Y lo más nuevo, twitter, al cual me uní hace tiempo, pero en el que no encontré el sentido de estar avisando e informando a cada quince minutos acerca de mi estado de ánimo, mi ubicación física, o alguna ocurrencia inútil. Tal vez porque no tengo uno de esos dispositivos con los cuales tienes acceso todo el día, desde donde tu quieras, para estar avisando acerca de tu día, o tal vez me asusta la idea de que pueden pasar 15 minutos y yo sigo parada en la puerta de mi cuarto pensando en qué iba a hacer, para qué tienen que enterarse todos.

Finalmente, este es mi acercamiento número dos a tener un blogspot, solita me deseo suerte y paciencia. Por todo aquello que voy a escribir que no me gustará a los dos días de leerlo, por todo aquello que perderá cualquier relevancia al verlo escrito en esta página, por todo aquello que pudo ser y terminó sobre una hoja de lechuga.

Y ahora imposible dar marcha atrás.

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