miércoles, 15 de septiembre de 2010

A quien se atreve a gritar

Independencia o no, el presidente celebra. Celebramos.

Yo solo encuentro a mi bandera salpicada de manchas rojas de un rojo más intenso que el que la adorna. Se pinta de un mismo color. El águila desiste también se aleja.

Estamos en guerra.

La independencia, esa, sigue perdida entre los árboles de la Selva Lacandona, entre líneas en la Constitución, en las tumbas de muchos connacionales o en el recién nacido en California, hijo de padres mexicanos.

Con una suma antagónica de pesos se conmemora lo que hace doscientos años nos convertiría en un país libre.

¿Libre?

Después de doscientos años esa libertad sugiere un pueblo inmerso en ansiedad antes que una real liberación.

¿Algún país está sobre México? ¿Decide por México para satisfacer sus propias necesidades? ¿O está lejos de 'involucrarse' y finalmente se lava las manos?

Estamos en guerra. Decisión del presidente y su gobierno y nosotros no gritamos, por lo menos no en contra.

Guerra contra el narcotráfico o contra ciertos grupos, no sabemos. Se matan entre cárteles pero también mueren policías y militares que buscan justicia a dos pesos. Aquel que - desafortunadamente - solo iba pasando. La que se enamoró del 'achichincle' del narco. A varias personas en el gobierno que están involucradas y a los probables. A los que consumen. Los que se rehabilitan. Los que compran. Los que fuman por primera vez. Todos aquellos que parecen y quién sabe si son. Por si las dudas. No vaya a ser. Ese también.

A los que escriben sobre la situación. Reporteros que se acercan más a la realidad pero deciden poner punto final a sus relatos antes de perecer. Verdad, miedo, traición, impotencia. Mejor callar. Más vale página en blanco, que llena de sangre y mis hijos sin padres.

Los que se van y mueren en el intento. Los que llegan y mueren por dentro al saber que su país no les ofreció una oportunidad. Los que se quedan y mueren creyendo que tal vez en un futuro, que tal vez, que sus hijos o sus nietos... que...

Los que estudian, invierten, pagan por su educación y no encuentran trabajo. Olvidan por qué buscaron prepararse en un principio. Y recuerdan: creían que podían ser alguien en su país y luego ofrecer oportunidades a otros mexicanos. Después, mañana, el lunes. Víctimas de nuestra propia desidia, esperamos la llegada de un redentor. Todos nos volteamos a ver. No llega, ya llegará.

Con una celebración de país de primer mundo. Nos encontramos entre salir, echar unos gritillos efímeros, comer, colorearnos de verde, blanco y rojo para después regresar al trabajo deseando que el puente hubiese sido más largo.

¿Cómo grito lo que realmente siento? ¿Cómo grito que no estoy de acuerdo? ¿Qué hago para liberar a México? ¿Cómo lucho por el México que quiero?

Quiero gritar, hacer eco. Quiero gritar pero el grito me ahoga por dentro.

1 comentario:

  1. Efectivamente, la situación de México está para llorar, pero no tanto por lo que sucede, sino más bien por lo que NO sucede. Falta de liderazgo, falta de voluntad, falta de valor. Pero quizás en el fondo no es otra cosa que no querer perder lo que hemos ganado. Y en ese sentido, bien por el retraso; vale más tardar un poco más, que atropellarnos con una solución hecha al vapor.

    Besos

    ATG

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