lunes, 22 de agosto de 2011

un jabaterío


Un jabaterío[1]

Como ayer, camino hasta ahí
lo mismo, lo mismo, lo mismo:
y luego el ataque:

un jabaterío infalible
un jabaterío que me jalaba
un jabaterío que me batía
un jabaterío que tendió hasta a mí un maldito río

volteé hacia atrás:
¿de dónde? pensé

pero eso al jabaterío no le importa;
así que me embarqué en una llanta
una llanta de amunyunero
una llanta como llave al llanto de cualquier viejo viajero

a mi paso las cabezas se volvían grises,
será por el jabaterío o por la llanta o por el llanto:
un llanto urgüendo, fizcandipio, mácrico, cedáneo;

eso sucede cuando pones el pie al primer paso,
fuera del ayer:
esperando encontrarlo, creyendo: lo mismo, lo mismo, lo mismo
tragué salvia y no saliva junto con el llanto urgüendo

y con el ayer cedáneo
la llanta se ancoró a las ísdufes amaranto
el hoy me tendió su mano enguantada en plástico,
yo fui acercando la mía mientras pienso:

un jabaterío:
eso es lo que pasa cuando sacas un pie del ayer

                                    y luego el otro: un jabaterío.


[1] No es algo nuevo la invención de algunas palabras para incluirlas en algún poema. Del RAE: Jitanjáfora[1]. 1. f. Enunciado carente de sentido que pretende conseguir resultados eufónicos.
[1]Palabra inventada por el humanista mexicano Alfonso Reyes, 1889-1959.

domingo, 7 de agosto de 2011

si vuelves

(esto es si vuelves
y de todos modos es, aunque sólo existe como un supuesto: es)

Si vuelves. Te tomaré de la mano sólo cuando quiera
te la buscaré sin verla
nuestras manos como un corazón
no como la figura que dibujan las niñas en su cuaderno
sino como el músculo que palpita y vierte sangre
y de sangre se alimenta

Si vuelves. Me sentaré en la sala de espera de tu conciencia
hojearé las revistas de tus pensamientos hasta pasar,
me detendré en tus ojos hasta que los míos se sequen
o hasta que tu los cierres
le quitaré la vida a todo reloj
haré un trato con el sol y la luna para que nos dejen a solas

Si vuelves. Estaré todo el día desnuda, caminando de aquí para allá
disfrutando de estar

Si vuelves. Cavaré un agujero en la tierra de nuestro desierto
escogeré el lugar al azar
para enterrar hasta al fondo mi miedo
por si se me ocurre irlo a buscar
no encontrar su paradero, y preguntarme ¿qué iba a buscar?
y volver con el cuello a 90 grados
envuelta en el manto de cielo donde guardo tus besos para que mis labios no se tornen violetas de frío por aquello del ocio en mi soledad: voltear mi piel de adentro hacia afuera nomás por nomás.

Si vuelves. Estaré columpiando mis ganas al aire del parque, me impulsaré lo más alto hasta alcanzarte, y será siempre por hoy y hoy será simpre.

Si vuelves. Desde allá levanta tu mano, camina en zig zag, sonríele al viento
abrázame duro hasta volvernos piedra
y venzamos las lenguas de fuego de aquellas bestias humanas de miedo
y luego brotemos en olas de mar, que vienen y van, invitando a la luna al baile de hoy porque hoy será siempre, si vuelves.

martes, 2 de agosto de 2011

tatuaje

(Tátau: marcar o golpear dos veces.)

Y de seguro más y no es necesaria la tinta, ni la aguja, ni buscar el diseño, ni preguntar si el tatuador es bueno y cuánto cuesta. Porque hay tinta espesa como la sangre, incolora como las lágrimas, permanente como las cicatrices, las profundas, las que contemplas una y cien veces através de los años, y ahí te quedas, minutos-hora suspendido pensando ¿cómo fue que me hice esto? ah sí, y luego en efecto dominó vienen todos los sucesos y luego otros recuerdos que ya nada tienen que ver con aquel que te perforó la rodilla, la cabeza o la cara.

He estado pensando en acerme un tatuaje, pero me siento obligada a realizarme varios, un montón, uno por cada recuerdo albergado al fondo de mi piel, sumergido, y así impulsarlo al relieve, a la epidermis, que otros sepan de mis gustos, de mis muertos y mis ayeres, ayeres albergados en el hoy, donde se mantienen vivos, donde no son el ayer y seguro serán el mañana. No habría espacio libre para alguna cicatriz o lunar, ni si quiera una peca, mi cuerpo tendría que estar totalmente entintado, de colores y formas, de recuerdos y momentos capturados, encerrados en una palabra en japonés o en arameo, en un árbol, un corazón o la Virgen de Guadalupe.

Me tatuaría sin duda las arrugas de las manos de mi abuelo, el fragmento de un poema en zapoteco, el ojo que esperó mi abuela hasta su muerte, las marcas en la panza de mi madre, me tatuaría tu nombre, tu nombre: tu nombre, en donde comienza y termina mi boca, en cada uno de los dedos que oprimen cada una las letras de tu nombre, en mi pubis, entre mis senos y mis ojos, en toda la espalda, recalcarte en mi cuerpo donde habitas desde hace mucho tiempo. Recalcarme en la piel que desde que me fui la tinta con la que escribo es la materia prima de tu nombre impregnado, adherido y disuelto en mi cuerpo.