miércoles, 8 de septiembre de 2010

Roberto

Llevo meses siguiéndote. No es necesario que me busques a tu alrededor, ahora estoy en casa, en la mía, te he dejado descansar de mi presencia aunque sientas que nunca la notaste.

Mis miradas de hierro intentando hacerte voltear, como una adolescente busca la atención de aquel joven. Aquel que encerrado en sí comienza su proceso narcisista y se ama tanto como ella, entonces imposible que note su que está ahí como tu jamás me has visto a la deriva.

Si te busco no es porque estoy enamorado de ti. Ni te conozco. Ni sé si tu nombre es real. No he visto tu cara a menos de dos metros, no sé si estás casado, tienes hijos o eres homosexual, o un poco de cada una de las cosas antes mencionadas.

Solo sé que vives y que en este momento lees lo que aquí escribo, hasta juzgas, mi letra, mi ritmo, las expresiones que utilizo. Tratas de imaginarme y situarme en algún momento de tus pasos, pero estoy seguro que te pasé desapercibido. Aunque creas tener una excelente memoria fotográfica, si crees en eso y crees tenerla. Puedo describir ciertos rasgos físicos si te parecen interesantes, soy mucho más joven que tu, delgado, mi piel es muy blanca, de esas que hasta puedes notar pinceladas de verde debido a que las venas se traspasan, lampiño, de mayor estatura a la tuya, sin ser alto. Te repito no busco ningún tipo relación física o sentimental contigo, no soy homosexual, de hecho pudiera ser un depravado sexual que se conforma con cualquier mujer, cualquiera, pero eso a ti no te incumbe.

Lo que pretendo contigo es que te quedes a lo largo de esta carta y sepas detalladamente por qué es que te escribo y decidas hacer algo al respecto.

Te conozco desde hace algunos años. Un amigo, el único con el que comparto mi pasatiempo te mencionó en algún moment, exactamente antes de si quiera comenzar con alguna plática. Tenía tiempo de no verlo, teníamos meses sin contarnos lo que últimamente ocupaba nuestras mentes, pero anterior a comenzar con las preguntas sucesivas de introducción como por ejemplo - cómo estás - ya te había mencionado para rápidamente inmutarse como si tu nombre guardara un secreto sagrado o fuese un tabú. Entonces disimulé haber escuchado sus palabras y le pregunté cómo estaba, ni escuché lo que me decía cuando repetía tu nombre en afán de no olvidarlo. No se me dificultó recordarte, tu nombre es muy parecido al de un personaje popular en mi país, más de uno te lo habrá dicho, no sé qué piensas al respecto: una estúpida casualidad, envidia de ser aquel personaje que tiene por lo menos el triple de seguidores o simplemente te obligas a no darle importancia al hecho.

Llegué a mi casa, tecleé tu nombre en la computadora y descubrí quién eras o quién habías dejado de ser porque en ese momento ya estabas muerto. Me sentí terrible, peor aún después de conocer un poco acerca de lo que hacías, era como conocer a la mujer de mis sueños en unas vacaciones y verla partir sin haber conseguido el teléfono, celular, dirección o correo electrónico, apenas y solo su nombre, ni siquiera su apellido para buscarla en 'facebook'.

Leí y releí tus escritos. En la mañana les daba una primera lectura para en las noches subrayar cada uno de los pasajes que creía importantes, cada una de las frases que describían lo que yo sentía y pensaba, si fuera parte de aquel cuento o novela. Y así sucedieron todos ellos, hasta los que aparentemente permanecían en tu computadora al día de tu muerte y por ese entonces no pensaste publicar.

Cuando terminé con 'todo' y comencé la relectura de alguno de tus cuentos me di cuenta que seguías vivo y que vivías en México.

No eres oriundo de este país pero sé que es el lugar donde más te ha gustado vivir. Te gusta su profunda imperfección y te sientes más libre aquí que en cualquier otro lugar, más que en la idea de la muerte o de una isla sin otra persona, atiborrada de libros, papeles y plumas.

Entonces me vine a la ciudad de México con la excusa de un trabajo y de buscar la independencia frente a mi familia. Soy el más chico de tres hermanos y a mis padres les daba lo mismo si permanecía en su casa por el resto de sus vidas y la mía o si buscaba mi espacio. Más bien hasta parecía un motivo de su entretenimiento. El último ingrediente de la receta. La última fase de su experimento.

Con mi hermano mayor, Joel, fueron sumamente rígidos. Hasta que se fue a la escuela militar en Estados Unidos pudo descansar y obviamente ya no regresó ni al país.

Después con Mariano, una sobreprotección enfermiza, nauseabunda. Se casó antes que Joel, con Mariana, así que ambos Marianos corrieron a vivir a Veracruz conformándose con cualquier trabajo. Ahora les va muy bien, tienen un restaurante de comida saludable, en el cual ninguno jamás ha consumido de sus platillos. Mariana, cocina todo con grandes cantidades de aceite ya que sienten que la comida no tiene sazón si todo no está frito. Son de complexión delgada, que a simple vista los clientes no pretenden cuestionar si su alimentación sigue la visión y objetivo del negocio.

Ahora conmigo, puedes llamarme Víctor. Con el pequeño Víctor no hubo algún tipo de exigencia, menos, intentos por encerrarme en algún almacen. Mis padres fueron todo amor, cariño y miel. Me dejaron libre y hasta olvidado.

Entonces solo tuve que avisarles mi maravilloso plan de buscar la ciudad de México como forma de vida por algunos meses y hasta años. Siendo diseñador gráfico, rápidamente encontré cualquier puesto de trabajo. Hoy cumplo año y medio de vivir aquí.

Te encontré hace algunos meses. No fue imposible. Realizas largos paseos por la Roma y por el Centro. Sabes que ahora la Condesa es el punto que reúne a la clase o círculo intelectual, pero no pasas por ahí ni disfrazado, no te inquieta la idea.

Aprecias tu soledad, anonimato y supuesta muerte, andas por ahí sombrero-lentes y poco pelo que sale delineando lo que sería un posible bigote. Dudé por un segundo que eras tú pero fue al identificar una clara sonrisa en tu ir y venir. Detalle que creo, estás estrenando. He estado muy cerca de ti últimamente, consolidando que eres tú. Tu puntal de fumar me ha arrojado mayor certidumbre. Prendes un cigarro con uno recién finalizado y así puedes realizar una cadena de unos siete tabacos.

Es justo que conozcas ahora lo que te pido. Necesito. Esa es la palabra. Necesito que sigas escribiendo. Tu sabrás cómo le haces pero más bien tendrás que escoger entre las siguientes opciones.

1.- Enfrentarte al mundo literario y mediático. Reconocer que estás vivo y continuar con tus escritos, haciéndolos y firmándolos como hasta tu último libro.

Estoy seguro que al final terminarás por estar más contento que yo. Mueres (nuevamente) por regresar a donde pocos han llegado. A la literatura y el reconocimiento de una literatura propia.

Si, no.

2.- Escribir bajo algún seudónimo, claramente desconocido, arriesgándote a ser acusado de plagio, por la estrecha relación que tendrás a tu obra anterior. Aquí también podrías modificar tu estilo de escribir, la forma, de manera que no se encuentren los mismo lineamientos, pero tal vez una influencia. Ser tu propia influencia. Y así culminarte como un nuevo autor, otra vez.

Creo que esta opción es lo menos probable a tu gusto, pero yo debo darte todas. No se te ocurra publicar algo que me decepcione por el solo hecho de cumplir, porque podrías provocarme a hacer lo peor - y esto más adelante te diré qué es, aunque ya lo imaginas - ¿no?

3.- Solo para mi. Escribir cuentos y novelas que solamente las conoceré yo. A mi me serán enviadas directamente. Tendría que buscar la manera de recibir el material sin que me conozcas porque es algo que no deseo. Si esta es tu decisión, te escribiré de nuevo para hacerte saber cómo le hacemos.

Tu respuesta debe estar para el miércoles, antes de las 20 horas en un sobre dentro de una pequeña bolsa de plástico (por si acaso llueve), bajo tu tapete. A esa hora sueles salir de tu refugio y realizar uno de tus tantos paseos. Por ningún motivo puedes regresar a tu casa hasta pasadas dos horas.

En caso de que hagas caso omiso a mis indicaciones te advierto, y esta es la parte que te demanda, amenaza, obliga a relizar lo que yo busco: tengo todas las pruebas para dar a conocer que estás vivo. No puedes cambiarte de casa o país, no resultaría. Me he vuelto un experto en tu rutina y me siento capaz de adivinar tus intenciones. Comprende que sé perfectamente cómo revelarle al mundo que tú sigues vivo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario