sábado, 2 de marzo de 2013

hola extraño

Ahora hablamos de vez en cuando, me mandas mensajes, me envías fotos.

La primera vez que te vi me asomé por mi ventana tres pisos arriba y vi la parte de arriba de tu cabeza, no pensé nada, sólo pensé es ése. No pensé que probablemente no te ibas a quedar calvo (nunca) porque tienes mucho cabello o que tal vez no eres alto, por lo menos para mí. Tampoco podría haber adivinado que tu mochila pesaba y estabas cansado.

Cuando salí del departamento pensé que no me había alcanzado a maquillar y que hubiera querido más tiempo para hacerlo. Me acuerdo que quise despistar con mis labios rojos mi falta de maquillaje, hasta traía puesta la crema de noche.

Yo estaba en piyama, recargada en el marco de la puerta que da al pasillo viendo a mi roomate terminarse de arreglar, me ponía crema en las manos y estaba tan tranquila que no creí que dos minutos después iba a estar afuera del edificio diciéndote mucho gusto, a ti te daba lo mismo conocerme o por lo menos eso fue lo que me dijo mi roomate después.

Camino a la fiesta nos detuvimos en el banco, adentro del cajero estabas tan serio que realmente me sentí en el banco, yo no quería voltearte a ver demasiado, pero a veces volteaba directo a ti para ver si eras guapo, si me gustabas o no, cómo era la forma de tu cara y tus expresiones al hablar. Una vez que nos subimos de nuevo al taxi dije algo que según yo fue chistoso y volteé a verte y estabas serio como si tu cara siguiera en el banco haciendo fila, entonces dije ni modo, hoy tendré que conocer a alguien más para platicar porque él es demasiado serio.

Cuando llegamos al lugar la música estaba buena y yo me embobé viendo el edificio por dentros, los cuartos, las ventanas, los techos altos, el vitral, preguntándote todo acerca del lugar como si tu fueras el arquitecto. Sonreía mucho, no sé por qué me sentía tan contenta, tal vez fue la hierba que fumaba a cada rato, tal vez intuía que estaba conociendo a alguien (como tú o a ti) sin saber exactamente que estaba sucediendo porque tu seriedad y tú me tenían confundida.

Estuviste tomando cerveza, yo tequila.

Me acuerdo del comentario que hiciste que me lanzó a darte una de esos incómodos manotazos en la espalda seguido por una carcajada fue "la felicidad no existe" o "yo no creo en la felicidad", pensé (o tal vez lo dije) no mames, yo también he sentido eso en algún momento, pero en ese momento mientras platicábamos siendo un sábado por la noche yo no iba a sentir y expresar que la felicidad no existía. Y sí los tequilas, la hierba y la música generaban un ambiente en el cual te ibas deslizando hacia la euforia. Es probable que la euforia esté en un punto a parte de la felicidad, de hecho es el disfraz de la felicidad pero por qué decías esto, por qué me decías esto, ¿estabas tratando de enviarme un mensaje que decía ya por favor sácame de mi viaje sensatez y realidad?, o intenta un poco más, sé que se te hace fácil hablar con cualquiera pero no lo lograrás conmigo, tienes que esforzarte, entonces seguí y seguí hasta que de pronto ya te estabas riendo conmigo. Sorpresa, claro que fue una sorpresa y mientras pasaba la noche por fin te desabrochaste el cierre y quitaste la cara del hombre que vive por siempre haciendo la fila del banco, esa seriedad y jeta.

Platicamos, platicamos y platicamos. Si hubiera sabido que iba a seguir conociéndote habría puesto más atención a nuestra plática. Si hubiera sabido que iba a escribir sobre esto más aún, porque entonces tal vez traspasaría algún extracto de los diálogos que sucedieron en aquel momento poniendo guiones y todo como una verdadera profesional de la escritura.

Me gustó tu voz, me gustó sentirte tan serio como un adulto (y yo una niña) y verte cuando te volviste un niño conmigo y comenzaste a jugar (mi juego), hasta que la noche se convirtió día y te fuiste.

Cuando te fuiste me quedé pensando en la película aquella donde ninguno de los protagonistas duerme en todo el día porque no pueden parar de platicar y conocerse. Before Sunrise se llama, sólo que situados en el DF y no en Viena, realmente no me acuerdo de nada de la película más que el hecho de que no duermen, por eso pienso aún más que cuando nos conocimos fue como en la película.

Y como aún no me conoces (tanto) no sabes que me pregunto, ¿por qué nos conocimos?, ¿por qué si él está allá y yo aquí y ninguno desea moverse de su lugar?, ¿por qué hablamos como si fuéramos a llegar a alguna parte con nuestras conversaciones?

Si pienso que cada encuentro en mi vida es como si yo fuera una planta rodadora del desierto (que en inglés si tiene nombre: tumbleweed, en español no he encontrado su nombre exacto) que va chocando, se atora en algún lugar y se zafa pero sólo porque así es, como si la vida fuera un impulso o viento entonces sí puedo pensar que te conocí porque choque contigo y en algún momento yo seguiré girando hasta perderme de tu vista. Pero si comienzo a creer que este tipo de sucesos llevan a algo más, que la planta rodadora del desierto que soy (que siempre he creído que soy, hasta tengo un poema fallido al respecto) de pronto se detiene en tierra fértil y comienza a crecer como las otras plantas y hasta se vuelve verde entre ellas, entonces la vida cumple su propósito de vida y deja de ser viento porque el viento es viento y la vida, vida. Entonces, entonces no llego tampoco a una respuesta...

Escribo esto porque escribo todo (o casi todo) porque el monólogo que traía dentro (o diálogo cuando hablo con Cíula), es, ¿por qué te conocí?, y no es que me pregunte porque crea que voy a llegar a una respuesta, nomás me gusta preguntarme y con esto preguntarte no para que me contestes o sí para que inventes conmigo la cantidad de respuestas que quieras, que queramos, ándale juega conmigo, en este caso ninguno pierde y primero que se aburra puede cambiarse de juego.

Nos vemos pronto extraño



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