miércoles, 21 de marzo de 2012

Ángela

Si voy a morir, moriré; si voy a sufrir, sufriré; pero no me moriré ni sufriré atragantándome de mierda.

Cuando me anunciaste "estoy embarazada" y antes de decir cualquier cosa "pero creo que lo mejor es abortar, sólo quería que lo supieras" no pensé en algo, o quién sabe qué pensé pero me quedé callado, colgué, abrí mi correo electrónico y seguí con mis pendientes de trabajo. Salí a comer y antes de que nos sentaran en la mesa, esperamos unos minutos fuera. Había ahí una mujer muy parecida a ti. Tal vez un poco más joven y con el cabello rojizo. Traía a su hija colgada de las manos. La bebita trataba de pararse sola pero no podía. La mujer soltaba una sonrisa por cada intento. Pensé que eso es una felicidad que no está hecha para todos, o no para mí, que es para otros. Nos pasaron a la mesa. No supe de qué se habló en las dos horas, obtuvimos un contrato nuevo y con esto yo debía estar contento. Ángela, yo sé que no te conozco o nos conocemos nada. Nos hemos visto sólo dos veces. Yo te vi una vez más, pasaste frente a mi oficina sin saberlo, llevabas dos bolsas de tela, una en cada brazo, traías lo que supongo eran las compras del mercado. Caminabas derechita, no volteando a ninguna parte, sólo al frente, con la mirada fija. Entiendo que estás buscando seguir adelante con tu carrera o eso fue lo que pensé con tu plática. Yo no te ofrezco algo en específico, pero pienso que me gustaría, si tú quieres, sólo si tú quieres, que tengamos al niño o niña. Quiero hablar de esto en persona, repito si tú quieres y si lo que aquí te escribo tiene algún sentido. Espero tu respuesta... Eduardo.

Ángela iba saliendo de la clínica cuando vibró su celular. Caminó al metro con la vista al suelo. Sacó el celular automáticamente y antes de revisarlo, lo volvió a guardar. Caminó unas cuadras más y sentó en la jardinera de un árbol. Se sentía cansada. Vio pasar a un grupo de niños vestidos de uniforme gris. La cruzaron también señores en traje y loción barata. Se mezcló ese olor con el aceite de motor y de los puestos de comida de por ahí. Su estómago se revolvía. Sacó su celular otra vez y otra vez lo guardó. Recargó su cabeza en sus brazos y vio la banqueta a través de sus piernas y pies. Al levantarse sacó el celular por tercera vez y ahora sí leyó el correo que le había llegado. Se quedó aquí parada en la esquina, mientras las personas teníamos que rodearla para poder pasar. Sintió un vacío al centro de su cuerpo, como si tuviera el ojo de un remolino de mar en el ombligo. Terminó de leer el correo, guardó el teléfono y se fue con la cabeza en alto hasta subir al metro. En el vagón se acomodó al fondo. Entre filas desordenadas de personas, estaba lleno y hacía mucho calor siendo invierno. La gente se reacomodaba constantemente, Ángela se tomó fuerte del tubo mientras el tren avanzaba. Recorrió varias estaciones hasta que comenzó a llorar. Un llanto un poco atragantado. A su alrededor algunos se dieron cuenta y la veían de reojo, éstos se quedaron inmóviles esperando algo o pensando. Aferrada al tubo, el tren siguió hasta que Ángela perdió su parada, se bajó cuando el vagón casi se vació y sin saber a dónde había llegado. Vio el letrero y cruzó por las escaleras hasta estar en el lado contrario. Su cara se había recompuesto. Mientras esperó el tren llamó por teléfono a Eduardo, al tercer timbre, escuchó su voz, el tren llegó y ella colgó subiendo al vagón vacío.

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