jueves, 28 de marzo de 2013

el mito


(La novela esa que comencé por esto que hace mucho tiempo pasó, ¿pasó?, los cristianos y católicos suplican que pasó, ¡por favor Dios existe!... risas...)

El mito
 
1ª estación: cae Esperanza

“Bendito el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo,
que según su grande misericordia
nos hizo renacer para una esperanza viva,
por la resurrección de Jesucristo de los muertos,...”
(Pedro 1, 1:3).



Que se ponga a dieta por Dios. Hay que conseguir más tela, el traje no debe quedarle ajustado. Las ropas son aguadas.
Se necesita más dinero que el año pasado y que el anterior. Siempre se necesita más dinero.
Y más metros de tela roja en satín, ¿de tul?, con eso tenemos, falta más tela de algodón azul, también amarilla y café. ¿Los tocados?, que sean los del año pasado, también los muebles. Debemos pintar algunas partes, tráete más cubetas de pintura: color café, azul; muchas de blanco y también de verde. Hay que conseguir plantas y hojas de palma. ¿Cuánto va de la colecta? Ave María, tal vez tengamos que hacer tres rondas para juntar más. Necesitamos sacar copias de los cincuenta y dos libretos. Y redactar la carta para el presidente de Ciudad Guzmán, decirle que este año subió un poco, o nomás cambiarle la cantidad y la fecha. Ya está quedando todo listo, aunque a ver dicen que María está embarazada. ¿Alguien sabe?, hay que preguntarle. No puede andar panzona. Imagínate en tres meses, una María panzona. ¡Saquen a ese perro que nomás está estorbando! ¿Qué pasó con los chivos? ¿Ya se los pidieron a Don Josué? Me canso de andar correteando a todo mundo. Ya estoy vieja. Esto debe salir solo. Con los ojos cerrados. Llevamos cincuenta y tantos años haciéndolo. ¡Muchos! Muchos años. Eso sí, cada vez sale mejor. Debe ser pan comido, todo mundo sabe lo que le toca, todo mundo a trabajar. ¿Dónde está el Jesús?, otra vez a batallar con él porque eso de la memoria no se le da. Se me hace que ese chamaco... quién sabe, le tenemos que exigir que se meta a su papel. Nada de novia, ésa estorba. Consíganme al Tomás, quiero verlo. Casi cinco años con lo mismo, es el colmo. Sino lo encuentran pues hasta mañana. Quiero que entienda que no puede andar noviando estos tres meses. Ya después de que pase el evento que haga lo que quiera. Y es que de plano no hay otro ojiverde en el pueblo. Así que, que no me ande con distracciones. Pásame la caja, lo voy a contar otra vez y váyanse cada quien a lo que ya sabe.
Ésta es doña Epe. Podría ser una vieja tranquila pero tiene la energía de un adolescente. Originaria del Rincón aunque vivió largo tiempo en ciudad Guzmán. Es una señora delgada, pequeña y de cabello gris. Siempre viste de negro. Siempre está erguida y camina a paso acelerado. Epe es maestra y consejera del pueblo. Vive sola en una casa de dos cuartos, ella duerme en el cuarto pequeño. Tiene árboles de frutas en el jardín que cuida como a sus perros. Y tiene dos pastores alemanes que cuida como si fueran sus hijos pero no tiene hijos.
En este momento Doña Epe está rasgando la pared con la mano derecha, mientras con la izquierda se aprieta la caja que traía al centro de su vientre.
¡Ah!… ¿está alguien ahí?... ¿hay alguien por ahí? Grita doña Epe, grita más recio ¡¿está alguien ahí por Dios?!…
Pero no hay nadie en casa de los vecinos. Ni cerca. Ahí estarían para ver qué le pasa a la viejita, que no es cualquier viejita, es doña Epe y acaba de caer al suelo.
Los perros de doña Epe están ladrando y rascando la puerta. Ha caído boca abajo en la estancia, a los pies de la cruz colgada en la pared y junto a la caja de la recolecta. El dinero no ha dispersado, la caja cayó completa hasta al suelo.


Los que están en el cuarto observan a doña Esperanza hasta quedarse idos luego se ven entre ellos, después sus ojos recorren el suelo o el techo. Cuando pasan minutos de acostumbrarse se sientan, o van al baño, se preparan un café. Pero ninguno deja de pensar y cuestionarse, las preguntas son las mismas: ¿Ahora qué? ¿Y ésto dónde se cura? ¿Yo cómo ayudo? ¿Cuánto vale un tratamiento?
            Esperanza se sienta sobre la cama, ve sus manos, plancha las sábanas con las manos. Ahora ¿qué vamos a hacer? ¿Qué va a pasar sin la vieja? ¿Qué sucede cuando la familia se queda sin el padre?
            Doña Epe malacostumbró al pueblo. Era la intermediaria, que no les corten la luz o el agua. Mandaba por el médico cuando el enfermo no podía ir a la ciudad. Ella llevaba y traía al padre todos los domingos para que diera la misa. Todos. Hasta que juntaron para una camioneta.
            La doñita trabaja en la iglesia. Una iglesia solitaria y a medio construir. Ahí la encuentras siempre, en su pequeña oficina. Organiza el calendario de todos los años: las festividades, las colectas, la recaudación de cobijas, juguetes, dulces, latas, o cualquier cosa que se necesite. Recibe un sueldo de las donaciones que la gente hace, y un dinero extra de la venta de ates y licor de guayaba. Trabaja más que un padre o una monja. Trabaja más que Dios. Pero eso sólo lo piensa cuando llega a su casa muy noche mientras se acuesta a dormir y siente cada uno de sus huesos. Es la encargada de las clases de catecismo, de organizar la primera comunión, el rosario de los sábados y la vendimia del mercadito. A doña Epe no le gustan los niños, no lo dice, pero no le gustan. Y a los niños les da miedo. Pero encontró cómo involucrarlos en la iglesia. A Elisa, que canta tan bien, la nombró la encargada del coro. A Elisa no le importa Dios, luego, luego se nota, pero organiza las reuniones y los ensayos para el coro de manera impecable. Y su novio, Amadeo, toca rebonito la guitarra, entonces entre los dos ambientan las misas de modo celestial. Elisa tiene 12 años, Amadeo 11. Son como una parejita casada de años donde uno ya sabe perfectamente lo que el otro quiere sin que se lo diga.
            A Oralia, otra de la niñas, a la que le encanta la cocina, la invita a participar haciendo las comidas que se venden en la quermés. Se hizo una colecta para comprar un horno para pan. Oralia aprendió a hacer pan y pizza, con solo 13 años tiene su negocio, su madre le ayuda y les va bien. Aunque ambas subieron de peso, sobre todo porque nunca hay tanta gente a la que se le pueda vender, entonces mamá e hija se comen parte de lo que sobra, ni modo que lo regalen, no es negocio.
            Estamos de regreso al cuarto de doña Epe, ¿qué va a pasar pues?, el que pregunta está parado en el marco de la puerta, acariciando su blanco bigote. Es don Heraldo, un frustrado corredor de caballos quien supuestamente participó alguna vez en unas Olimpiadas o en una competencia importante en el país o en otra parte del mundo. Es el chofer de doña Epe y siempre la acompaña a toda partes.
Cuando van en carretera, doña Epe le dice ¿Quiubo Heraldo por qué le da tan rápido? Y don Heraldo se calma, no logra llegar a más de 90 km/h porque casi nunca va sin ella. La camioneta es una de las pocas del pueblo. ¿Quién es el dueño? Puede que Heraldo puede que Doña Epe, dicen que doña Epe fue la que compró la camioneta pero jamás la ha manejado.
            Antonia se le queda viendo a Heraldo porque ella también piensa ¿qué va a pasar? Antonia es una mujer de complexión rellena, cabello corto y baja de estatura. Ahora se está tallando las manos, una y otra vez, como si quisiera desprenderse la piel, es un gesto que hace al sentir nervios. Después se limpia el sudor de las manos sobre su pantalón rojo y dice entre dientes ¿a poco Epe se va a tener que ir a la ciudad? 
Antonia es la mano derecha de Doña Epe, tenía problemas con la bebida. ¡Mira nomás cómo te pones Toña!, le decía Doña Epe. El vino es del diablo. Hasta que lo logró y dejó de tomar. Gracias a Dios y a Doña Epe se curó la ansiedad por la bebida. Ya puede disfrutar de las reuniones sociales aunque siempre está a punto de arrancarse las pecas de sus manos regordetas.
            Ay Doña Epe usté siempre tan buena, le dicen. Ay Doña Epe no sabe cómo le agradezco. Ay Doña Epe no se nos vaya a ir de aquí porque luego qué hacemos.
            Y Doña Epe con una enfermedad y ninguno sabe bien qué es, cómo se siente o cómo se cura.
            En este momento todos se mueven alrededor de ella. Como planetas en torno al sol. Algunos se sientan, otros se levantan, unos más se asoman por la ventana. Heraldo sale a fumar. Antonia ahora teje, desteje y vuelve a tejer lo mismo. Todos están en silencio, como si hubieran pactado no hablar. Como si hubiera pasado un ángel. Pero en los pensamientos de cada uno hay un griterío. Un monólogo desencadenado de preocupaciones, probabilidades y preguntas sin respuesta, de repuestas sin pregunta.
Así pues sigue la mañana un poco más hasta que doña Epe se quiere levantar a estirar sus piernas y no la dejan; insiste, pero ellos insisten más. Le dan una taza de café y se reacomoda en la cama, le acercan el bote de azúcar y una cuchara.
            Doña Epe gira la cuchara muchas veces y deja la taza sobre la mesa. La vuelve a tomar y vuelve a girar la cuchara, por fin le da un pequeño sorbo al café. El café ya no está caliente, un trago más y dice, aquí no pasa nada hasta que sepamos, me voy unos días a la ciudad y a ver qué me dice el doctor, alguien más va a tener que encargarse del evento. ¿Quién dice yo? ¿eh?
            Y todos en silencio. Normalmente doña Epe se avienta todo porque es la que sabe. Es la única que verdaderamente sabe. 51 años organizando el viacrucis en el pueblo.
            Antonia piensa que debería ser ella la que organice todo. Eso es lo que más quisiera. No tiene que ponerse a investigar ni tampoco hacer algo distinto ¿Leer la biblia? Ni Dios lo mande. Ya está todo ahí en el libreto. Pero claro, tiene miedo, es mucha responsabilidad. No confía en sí misma. Aunque nada más es un evento. Pero es el evento del pueblo.
            Es donde doña Meche vende todos los moños que elabora durante ocho meses. Eliseo mata a sus chivos, hace taquiza y la comida se acaba. El de las papas vende cinco veces lo de un mes. Hasta Celerio aumenta al triple la venta en la farmacia. Es cuando se reúnen los Villanueva, los Arnaiz, los Campoverde y los Suárez, ni siquiera en navidad están todos. Llegan desde el sur y el norte de México. Desde los Estados Unidos... una vez vino el primo de Antonia desde Canadá.
            Esos días no puedes ni caminar, las calles son ríos de colores y fluir de risas. Compras un montón de cosas que no necesitas y quedas como bobito de tanto comer. Te da gusto ver a tu tía aunque se vea medio vieja. Y a tu prima aunque la escuincla haya quedado panzona.
¿Qué va a pasar? La voz de Heraldo aleja a todos de sus pensamientos.
Se escucha el sonido de una camioneta, todos voltean hacia la ventana, doña Epe es la única que sigue con la mirada en la taza.
            ¿Qué va a pasar pues? Repite Heraldo. Y todos regresan la mirada al centro del cuarto. Allá afuera la camioneta se estaciona, se abre la puerta del lado del piloto y se baja una mujer alta, rubia, que parece de otra parte, ésa no es de El Rincón. Voltean hacia fuera, hasta doña Epe vuelve la cabeza, siguen a la mujer en su camino hacia la plaza.  A doña Epe le dan unos escalofrío y pide una cobija. Todos continúan viendo a la mujer. Doña Epe repite que si alguien por favor le puede traer algo para taparse. Heraldo y Antonia reaccionan ambos van por la cobija.

martes, 26 de marzo de 2013

el hermano

Lo más importante para ella eres tú por eso es que ahora te escribo. Le duele un poco pensar en ti, como cuando dejas de hacer ejercicio y haces, eres el músculo que duele al día siguiente, el que recuerdas forma parte de ti, eres parte de ella. Ella se pregunta, ¿cuándo empezamos a distanciarnos?, aunque sabe que era necesario.

Se obsesionó de que te dieras cuenta de que ella es especial como si para ti no lo fuera. El único dinero que ha llegado a tener (gracias a los padres de ambos) y el dinero por el que sueña cuando gane algún concurso, o al obtener el trabajo que ahora tanto busca (y no encuentra) quiere dejártelo a ti, todo a ti.

Le da miedo conocerte en tu forma de hombre, de adulto. Le da miedo que la conozcas como mujer, como adulta. Siempre fueron niños estando juntos. Ella recuerda cuando cada uno comenzó a cerrar la puerta de su cuarto y también cuando te dejó para irse a otra ciudad, lejos de lo que ambos vivían, mientras sus padres seguían peleando. Y recuerda la llamada que hiciste justo después de esto cuando le preguntaste por qué te fuiste Lucía.

Ella quiere transmitirte lo que sabe para que nadie te lastime como la han lastimado. Ella quiere entenderte para no lastimarte como otros lo han hecho.

Me dijo que te escribiera que su más grande logro hasta hoy es haber perdido el miedo a la muerte, ella recuerda perfectamente cuando tú y su madre la llamaron suicida. Estaban los tres platicando en la cocina y fuiste tú el que hiciste el comentario de que ambos ya lo habían hablado. A ella le sorprendió pero también sonrío para sus adentros, en algún momento lo fue y por supuesto quería que su familia se enterara. Pero su no miedo a la muerte la ha liberado y por eso ahora busca algo más, ese algo que no puede ni describirse con una palabra porque aún no existe porque está en el continuo desarrollo de su imaginación, para ella el haber perdido el miedo a la muerte es ser momentáneamente inmortal.

Aún lucha con tantos otros miedos: no puede desprenderse de lo material, sabe que tu preguntarías pero, ¿para qué desprenderse?, pero a ella le afecta, o tendría entonces que aprender a que no le afectara pero no quiere. Y como éste muchos otros que te aburriría saberlos.

Te escribo porque ella no es capaz de hacerlo, te escribo aquí porque tal vez te cruces algún día con esto y pienses en ella. Recuerdes los mosaicos blancos de la cocina de su primera casa, el recorrido alrededor de la mesa de cristal del comedor mientras uno intentaba atrapar al otro, recuerdes el calendario de navidad que hizo su abuela, el mismo calendario que contenía piezas sobre cada día donde ambos se turnaban en quitar el del día que había pasado. Porque aunque su miedo ya no es morir quisiera que la recuerdes sino está viva, solo de vez en cuando.

viernes, 8 de marzo de 2013

la obsesión y la biblioteca vasconcelos

Regresaste a la biblioteca Vasconcelos, después de algunos meses de haberte alejado y con tu celular con cámara y metros aún de la puerta ya estabas calculando el ángulo en cual se aprecia mejor el recinto.

En la entrada estuviste a punto de persignarte pero en el nombre ¿De quién?

Entonces pasaste directo a las maquinitas de comida a tomarte un café, te saboreaste el café como si hubieses llegado a un campo de Chiapas. Y el café malo acuoso con el azúcar enterito al fondo te hizo sonreír.

No es bueno un tipo de amor de este tipo. Es exactamente el tipo de infatuación (inventemos la palabra) que casi te lleva a bajarle los pantalones al arquitecto responsable (Kalach) de su diseño. Mucho gusto señor K, ¿me permite?, ¿el cinto se desabrocha aquí?, ¿los pantalones son de botones o cierre? Afortunadamente te diste (un poco) de cuenta de su gesto de qué le sucede a esta chamaquita, la biblioteca está buena pero no para convertirme en un dios. Fiuf. También una amiga tuya te lo hizo saber, aquello que tanto odias de lo que (compruebas) no eres inmune como cualquier ser humano, te convertiste en eso: ¡groupie!, y cuando te lo dijo y lo viste desde afuera, viste a la L sonriéndole al señor K con ganas de házme tuya señor Kreador de la biblioteca más hermosa que he visitado. Fiuuf. Te cachaste y te escondiste entre las faldas del mantel de una mesa para evadir la mirada desde entonces.

Lo que pasa es que pobrecita de ti no has tenido la fortuna de conocer otras bibliotecas. Al final también puede verse como el almacén donde se guardan los libros, un montonal de libros y obras maestras, pero, ahí no está Borges ni Paz ni Lispector ni nadie. Ahí están sus libros como en muchas otras partes.

Además has estado en la biblioteca V cuando llueve y entra agua.

Además te has dado cuenta que no tienen muchos ejemplares en el idioma original.

Además donde depositan el papel del baño es la misma rosca plástica como en cualquier otro baño del mundo.

Además ahoritita mismo tiene un pedazo de plástico colgante al centro del techo.

Además no te permiten subir hasta lo más alto del lugar.

Además tiene grietas de humedad.

Además no puedes decir que sea un lugar que automáticamente te inspire a escribir o leer, más bien es como cualquier lugar, lo mismo te ha pasado en el piso de tu actual cuarto, lo mismo te ha pasado en la biblioteca del parque México. Aunque considerando el tamaño de ambas bibliotecas el ruido en la del parque México es notorio sobre todo por los que ahí trabajan, mientras que en la biblioteca Vasconcelos se escuchan sonidos ambientales: los carros, algunos pájaros, las máquinas en las cuales depositas los libros para extraerlos de la biblioteca y amén.

Sí, es un lugar que aún su enorme estructura e imponentes estantes, se vuelve nave gigantesca invisible para que estés en contacto con las palabras, tus pensamientos y los del otro sentado frente a ti. Puedes sentir como todos aquí estamos pensando o intentándolo, por eso es especial, por eso vuelves como una niña vuelve y volverá siempre al parque a los juegos. Se sube innumerables veces al resbaladero, ¿recuerdas cuando pedaleabas en la bicicleta hasta llegar aquí?, 40 minutos a una velocidad considerable y de regreso. Subir las escaleras del resbaladero para sentir tu cuerpo deslizándose hacia abajo y otra vez.

No es en el nombre de Kalach, ni de Vasconcelos, es en el nombre del silencio, del estar,  y el pensar, entonces sí amén por la biblioteca.

http://instagram.com/p/WnP2LUjpqe/

jueves, 7 de marzo de 2013

el no diario

C.- No señorita, te caché con la intención de hacerlo y lo prohíbo, no lo puedo permitir.

L.- Yo también soy autora.

C.- Cincuenta y uno, y cuarenta y nueve por lo tanto yo tengo derecho de censura.

L.- ¡Censura!, hasta te molesta la palabra, ¿ahora la utilizas?

C.- Yo no seré una Ana Frank, fuck you away. Esto no es un diario de lo que haces y piensas y sucede y si lo es - y si es que lo es - tiene que estar muy bien disfrazado. Ni yo debo de notarlo.

L.- Se están muriendo los dictadores, ¿lo sabes?

C.- No soy una dictadora.

L.- Eres una dictadora.

C.- Si soy una dictadora entonces toma nota mientras dicto:

L.- Esto que aquí aparece publicado no es ni será en algún momento un diario. No se discutirán reflexiones de la vida personal de L, ni de sus encuentros o vacíos. Firma. A siete de marzo del año dos mil trece.

C.- (sonríe)

L.- ¡Cíula para presidente eterno!

C.- (vuelve a sonreír)

L.- Entonces no hablaré sobre mi depresión del día de ayer.

C.- Tu depresión con duración de dos horas.

L.- Cuenta como depresión. Depresión a razón de una decepción. Depresión propia debido a una decepción ajena.

C.- No debe haber un otro más que yo.

L.- ¡Cíula para presidente eterno!

C.- No estás lista. Si yo lo digo es porque tú lo sabes. Si yo lo sé es porque tú ya lo pensaste.

L.- Si tú es porque yo, si yo es porque tú.

C.- El cantinfleo a dos voces.

L.- Entonces yo confieso ante dios todo poderoso y Cíula que he pecado, he utilizado al otro con fines de abstención a la soledad y la baja autoestima, lastimando al otro, inflando un globo rojo adentro de su ser para después dejarlo ir en vuelo y con esto dejar entonces un vacío al centro del ser del otro.

C.- (aplaude), ¿podemos darle fin a esto? s'il vous plaît

L.- Fin, ¡Cíula para presidente eterno!

domingo, 3 de marzo de 2013

yo, tú, él, nosotros, ustedes, ellos

yo digo olvídenme
tú dices ven
él dice quédate
¿nosotros? (silencio)
ustedes preguntan
ellos responden

yo digo nada
tú dices todo
él me inventa
¿nosotros?, yo digo, tú dices,
ustedes repiten
ellos murmuran

yo digo mentiras
tú te las crees
él se impacienta
¿nosotros?: ¿nosotros?
ustedes comentan
ellos también

yo repito olvídenme
tú dices quiero
él dice quédate
¿nosotros? (soñamos)
ustedes olvidan
ellos también

mea culpa

you don't love me and it is my fault
you had it too easy
I love you because
did not need an excuse and
I just felt like you fall
is hard to explain
but I guess I will try
one day you were you
then it seemed you were mine
I am still confused
with all that I feel mixed up with your touch
and I don't know if things happen or it is just my mind
I wish I could talk to someone
any good talk will give me some calm

you don't love me and it is my fault
I showed you wide open what's inside my mind
you took it like something exotic
a thing from abroad
you had it too easy because I'm a child
I don't need love like bargain
I'm not just saying it, you see me: I'm fine
I wish I could say you break it you bought it
but I know now that what you have was never mine

sucede

que cuando el cuerpo se vuelve carne cruda, mi cerebro flota y mis sentimientos se hacen saliva densa deseablemente escupible (ay, qué mal está escribiendo usté srita., no señorita, srita.), en las dos semanas que tienes aquí, desde que estás de regreso, los has conocido a ellos. Te imaginas que hay generaciones de ellos, generaciones completitas completas que a sus veintialgo rondan las calles de la condesa, la roma, la san miguel hasta chocar unos con otros hola qué tal mucho gusto somos amigos: chela mezcal chela mezcal mezcal chela chela mezcal chela mezcal me zzz

¿Te acuerdas de tu obsesión con ese librito?, con su autor también, querías ser su hija, su amante (guácala, palabra de tv y novelas), su personaje (sobre todo ser su personaje), su vecina. Ahora te encontraste a ellos, sí son los detectives salvajes 2012, no sabes si ya encontraste a Arturo y a Ulises. Tal vez solamente a Arturo pero a Ulises no lo has encontrado. A Arturo lo encontraste como fundido entre varios: era San, Mario, y tal vez Fede, pero creo que Fede es Madero. No importa, no importa quién es equivalente a quién. Importa que los encontraste. Crees que eres María, híjole no sabes si te gusta ser ella. Total.

Así es cómo estuvo el miércoles: tuviste entrevista a las 16 h en la calle tabasco entre mérida y frontera, saliste de casa de la Negra a las 14 h, caminaste, tomaste el metro (aunque está a 40 minutos caminando) llegaste al lugar y viste aquí es, después caminaste hasta el camellón de álvaro obregón y te sentaste en una banca a leer una de las revistas que cargabas, llevabas dos de ellas, 192 páginas por dos,  384 (tuviste que usar calculadora, qué mal). Te fijaste en las marcas que se anuncian pony, ferragamo, lacoste, otras, no te fijaste tan bien.

(quieres seguir escribiendo y no puedes tu atención se va, se va, se fue...)




sábado, 2 de marzo de 2013

hola extraño

Ahora hablamos de vez en cuando, me mandas mensajes, me envías fotos.

La primera vez que te vi me asomé por mi ventana tres pisos arriba y vi la parte de arriba de tu cabeza, no pensé nada, sólo pensé es ése. No pensé que probablemente no te ibas a quedar calvo (nunca) porque tienes mucho cabello o que tal vez no eres alto, por lo menos para mí. Tampoco podría haber adivinado que tu mochila pesaba y estabas cansado.

Cuando salí del departamento pensé que no me había alcanzado a maquillar y que hubiera querido más tiempo para hacerlo. Me acuerdo que quise despistar con mis labios rojos mi falta de maquillaje, hasta traía puesta la crema de noche.

Yo estaba en piyama, recargada en el marco de la puerta que da al pasillo viendo a mi roomate terminarse de arreglar, me ponía crema en las manos y estaba tan tranquila que no creí que dos minutos después iba a estar afuera del edificio diciéndote mucho gusto, a ti te daba lo mismo conocerme o por lo menos eso fue lo que me dijo mi roomate después.

Camino a la fiesta nos detuvimos en el banco, adentro del cajero estabas tan serio que realmente me sentí en el banco, yo no quería voltearte a ver demasiado, pero a veces volteaba directo a ti para ver si eras guapo, si me gustabas o no, cómo era la forma de tu cara y tus expresiones al hablar. Una vez que nos subimos de nuevo al taxi dije algo que según yo fue chistoso y volteé a verte y estabas serio como si tu cara siguiera en el banco haciendo fila, entonces dije ni modo, hoy tendré que conocer a alguien más para platicar porque él es demasiado serio.

Cuando llegamos al lugar la música estaba buena y yo me embobé viendo el edificio por dentros, los cuartos, las ventanas, los techos altos, el vitral, preguntándote todo acerca del lugar como si tu fueras el arquitecto. Sonreía mucho, no sé por qué me sentía tan contenta, tal vez fue la hierba que fumaba a cada rato, tal vez intuía que estaba conociendo a alguien (como tú o a ti) sin saber exactamente que estaba sucediendo porque tu seriedad y tú me tenían confundida.

Estuviste tomando cerveza, yo tequila.

Me acuerdo del comentario que hiciste que me lanzó a darte una de esos incómodos manotazos en la espalda seguido por una carcajada fue "la felicidad no existe" o "yo no creo en la felicidad", pensé (o tal vez lo dije) no mames, yo también he sentido eso en algún momento, pero en ese momento mientras platicábamos siendo un sábado por la noche yo no iba a sentir y expresar que la felicidad no existía. Y sí los tequilas, la hierba y la música generaban un ambiente en el cual te ibas deslizando hacia la euforia. Es probable que la euforia esté en un punto a parte de la felicidad, de hecho es el disfraz de la felicidad pero por qué decías esto, por qué me decías esto, ¿estabas tratando de enviarme un mensaje que decía ya por favor sácame de mi viaje sensatez y realidad?, o intenta un poco más, sé que se te hace fácil hablar con cualquiera pero no lo lograrás conmigo, tienes que esforzarte, entonces seguí y seguí hasta que de pronto ya te estabas riendo conmigo. Sorpresa, claro que fue una sorpresa y mientras pasaba la noche por fin te desabrochaste el cierre y quitaste la cara del hombre que vive por siempre haciendo la fila del banco, esa seriedad y jeta.

Platicamos, platicamos y platicamos. Si hubiera sabido que iba a seguir conociéndote habría puesto más atención a nuestra plática. Si hubiera sabido que iba a escribir sobre esto más aún, porque entonces tal vez traspasaría algún extracto de los diálogos que sucedieron en aquel momento poniendo guiones y todo como una verdadera profesional de la escritura.

Me gustó tu voz, me gustó sentirte tan serio como un adulto (y yo una niña) y verte cuando te volviste un niño conmigo y comenzaste a jugar (mi juego), hasta que la noche se convirtió día y te fuiste.

Cuando te fuiste me quedé pensando en la película aquella donde ninguno de los protagonistas duerme en todo el día porque no pueden parar de platicar y conocerse. Before Sunrise se llama, sólo que situados en el DF y no en Viena, realmente no me acuerdo de nada de la película más que el hecho de que no duermen, por eso pienso aún más que cuando nos conocimos fue como en la película.

Y como aún no me conoces (tanto) no sabes que me pregunto, ¿por qué nos conocimos?, ¿por qué si él está allá y yo aquí y ninguno desea moverse de su lugar?, ¿por qué hablamos como si fuéramos a llegar a alguna parte con nuestras conversaciones?

Si pienso que cada encuentro en mi vida es como si yo fuera una planta rodadora del desierto (que en inglés si tiene nombre: tumbleweed, en español no he encontrado su nombre exacto) que va chocando, se atora en algún lugar y se zafa pero sólo porque así es, como si la vida fuera un impulso o viento entonces sí puedo pensar que te conocí porque choque contigo y en algún momento yo seguiré girando hasta perderme de tu vista. Pero si comienzo a creer que este tipo de sucesos llevan a algo más, que la planta rodadora del desierto que soy (que siempre he creído que soy, hasta tengo un poema fallido al respecto) de pronto se detiene en tierra fértil y comienza a crecer como las otras plantas y hasta se vuelve verde entre ellas, entonces la vida cumple su propósito de vida y deja de ser viento porque el viento es viento y la vida, vida. Entonces, entonces no llego tampoco a una respuesta...

Escribo esto porque escribo todo (o casi todo) porque el monólogo que traía dentro (o diálogo cuando hablo con Cíula), es, ¿por qué te conocí?, y no es que me pregunte porque crea que voy a llegar a una respuesta, nomás me gusta preguntarme y con esto preguntarte no para que me contestes o sí para que inventes conmigo la cantidad de respuestas que quieras, que queramos, ándale juega conmigo, en este caso ninguno pierde y primero que se aburra puede cambiarse de juego.

Nos vemos pronto extraño



adentro

cuando no encuentras el mundo que quieres afuera,
caminas hacia el parque, no escuchas tus pasos pero sí las risas de los niños
vas por la ropa a la lavandería, huele a limpio, la cuelgas
entras al cine, ves una película, sales y piensas por tres minutos más en aquella escena,
compras un helado de chocolate, te lo terminas tiras el vaso con la cuchara de plástico en el bote,
sonríes al otro, el otro te devuelve la sonrisa, o no,
cuando no encuentras el mundo que quieres afuera, vuelves, escribes y creas lo que quieres encontrar y a veces, sólo a veces, sientes el aire de aquella sensación de aquel mundo que crees estás a punto de encontrar.