miércoles, 20 de febrero de 2013

es tú culpa

C.- no es mi culpa
L.- entonces ¿de quién?, ¿mía?
C.- tal vez, tal vez no es ni tu culpa, ni mi culpa...
L.- ¿es culpa del mundo?, ¿del país?, ¿de la economía?, ¿de los otros?
C.- el problema es que te sientes mal, te sigues sintiendo mal, después de miles de rechazos, en lugar de construirte un escudo en contra de todos ellos, de los otros, te sientes mal contigo, conmigo, "ay no sirvo", "no encuentro mi lugar en este lugar", es lo mismo que te sucedía hace meses..., más otras cosas.
 L.- me pasa lo mismo por la cabeza, ¿cómo es que hay gente tan segura de sí misma si de todos modos es un invento de sí mismo?, me atacan las mismas dudas, ¿me pongo saco?, ¿tacones?, ¿me maquillo?, mejor no, me quito los cuatro aretes extras que ni se notan, ¿tomo café en la mañana?, ¿como algo antes?, tengo que ir al baño, me soplo adentro de la blusa, ensayo el pseudo-discurso: acabo de terminar la maestría, estoy buscando mi inserción en alguna institución cultural, sé que puedo aportar un verdadero valor agregado, admiro la institución en la que usted trabaja, mi inglés es muy bueno, tengo experiencia en distintos ramos de la comunicación, fui maestra de literatura, tengo 29 años, soy de Mexicali, no estoy pensando en casarme, no tengo pareja, no tengo hijos, no estoy pensando en tener hijos, claro que puedo viajar, tengo el horario disponible, idealmente me gustaría ganar..., claro, si tengo que ganar un poco menos al comienzo está bien, por supuesto yo espero su llamada, ojalá podamos trabajar en conjunto, me encantaría... me encantaría... me encan...
C.- y al salir te da lo mismo escribir o no, te da lo mismo comer o no, te da lo mismo el café, volver a casa, quedarte ahí, ser o no ser
L.- tengo que demostrar que sirvo pero no sé cómo, a veces creo que me ven como que voy a pedir mucho dinero, otras veces pienso que demuestro que no estoy convencida de querer el trabajo, pero es que en todos los trabajos es lo mismo llegas a pedidr trabajo pero no sabes ni lo que estás pidiendo, sabes que está pidiendo donde quisieras trabajar pero no sabes exactamente qué vas a hacer, me canso. Y sí trabajo aunque no es para nadie, aunque no es para ellos, los otros, es para mí pero eso está aún más imposible de demostrarlo
C.- le dijiste a la señora del metrobús que eras bailarina
L.- y me creyó
C.- le dijiste que te llamabas Yolanda
L.- a ella le da lo mismo como me llamo
C.- cuando mencionó que su hijo era coreógrafo pensé que te ibas a poner más nerviosa
L.- pero no, a veces me creo más las historias que invento que la que soy
C.- te imaginas mejor siendo Yolanda, la bailarina que entrena varias horas al día y está en espera de entrar a Bellas Artes
L.- ¡claro!, imagínate trabajando en la UNAM con las señoritas importantes haciendo programas importantes con inauguración para el fomento de la cultura en el país dentro de la máxima casa de estudios
C.- no crees que puedes hacerlo
L.- pienso que la gente importante es otra
C.- menos tú, menos yo, así seguirás en el limbo de no tengo trabajo...
L.- hasta que...
C.- hasta que, ¿qué?

martes, 19 de febrero de 2013

martesitos

hay días que no quieres soltar ni una sola palabra a nadie (más que lo necesario): con permiso, gracias, un agua, cuánto es..., y ya. Ni una más, hasta llegar y verter todas aquellas voces, pensamientos, ecos, sombras hechas letras sobre la luz hecha página y entonces puedes comenzar a dialogar con el otro.

L.- ¡Buenos días defe!, ¿Cíula?

C.- Aquí estoy, de regreso, aunque nunca me fui.

L.- Pero estabas muy callada, eras mi silencio.

C.- Sí, sin ganas de pensar, hablar, escribir.

L.- Pasa

C.- A ti no te pasa

L.- A mi no me pasa

C.- ¿Vas a escribir lo de hoy?

L.- ¿Qué?, que cuando salí a correr un indigente (todavía borracho) se estaba llevando mi sudadera (favorita) con mis llaves (adentro). Y corrí a pedírsela.

C.- Le dijiste que no tenías dinero adentro pero creo que nada más quería llevarse algo.

L.- Mi sudadera favorita

C.- Él no lo sabe

L.- Y no se lo dije, y después corrí fatigada, medio arrastrando los pies, medio acelerando a ratos la velocidad hasta que terminé sudada y caminé de regreso al departamento.

C.- Te encontraste a Martín, el portero en tu ex edificio que trabaja en otros departamentos y te dijo...

L.- ¡Sí!, ¡me dijo que me estaba saliendo leche del pecho!

C.- (...), se refería al sudor, ¡fue un chiste!

L.- No me da risa

C.- A mí sí

L.- ¿En algún momento se dio cuenta de su comentario?, me imagino que es un hombre que trabaja por lo menos 18 horas al día todos las días de la semana. Es el único que en mi edificio se quedaba 24 horas seguidas, pero, ¡no mames!

C.- ¿No mames de tu pecho?, perdón pero tu solita te pusiste ahí, además se supone que escribes así que no debes usar esas palabras...

L.- No me importa, Octavio Paz le dijo putas a las palabras.

C.- Tú no eres Octavio Paz

L.- Ni pretendo

C.- Y después el gato

L.- ¡El gato!, ayer le comenté a una persona que los animales solían darme más lástima que los humanos, que a veces se me hacían más humanos que los humanos

C.- Y, ¿entonces?

L.- Caminando por el camellón de la avenida durango veo cruzar corriendo a un gato, en lo que toca el asfalto lo avienta un taxi, ¡mierda!, se queda pegada la parte de su panza a la calle mientras sigue moviendo la cola

C.- Y tú lloras

L.- No lloré

C.- Poquito

L.- Me dieron ganas de llorar, vi al gato de cerca, vi como seguía moviendo la cola. Creo que vi como los ojos azules se le volvieron negros.

C.- Yo no creo

L.- Estabas ahí

C.- Yo no lo vi

L.- Aunque tomaras una foto no lo creirías, aunque te lo dijera un científico, hay personas así.

C.- Júzgame

L.- Es lo que acabo de hacer

C.- Entonces pasó todo esto

L.- Y apenas eran las diez de la mañana de un martes

C.- Te dieron un poco de ganas de encerrarte un rato

L.- Un poco,pero fui por mi celular que por supuesto aún no está listo aunque no me sorprende con todo y que ya me cobraron la factura del mes

C.- Y ahora por fin estás en la biblioteca

L.- Estamos

C.- Estamos

miércoles, 13 de febrero de 2013

Tres y tres

Cerró la cajuela con las tres maletas dentro, un dos tres: cada una cerró su puerta y aceleraron. Al cruzar la frontera mostraron sus pasaportes a los gabachos, sonrieron falsamente, avanzaron, conectaron el ipod y comenzaron la plática ¿Cuántas horas se supone que son?…, es que creo que el hombre que va a ser que me enamore tiene que…, la neta si vas a trabajar en algo que no te gusta es porque te tienen que pagar…, siento que mi hermano está pasando por una etapa en la que necesita encontrar otro tipo de gente…, a veces quisiera decirle a mi ex que es mejor que no hablemos es que cada vez que hablamos…, oye, ¿qué pasó con Susana?, ¿se fue a vivir o de viaje?, me encantaría vivir en Nueva York…, ¿qué?, ¿se murió de cáncer?, estaba muy joven, ¿cáncer de garganta?…

Es la primera vez que las tres llegan a la ciudad de Los Ángeles, van a celebrar año nuevo con unos desconocidos: cenar, brindar, tomar, bailar, ar, ar, ar.

Lisa va al volante, dice que le gusta manejar en carretera, según ella hay algo en la simetría del paisaje que absorbe al automóvil, de pronto éste se convierte en punto de fuga hacia un destino que pretende y promete una abstracción total de la realidad. Las otras dos, Mariela y Bea, la voltean a ver mientras habla. Bea con un gesto de no lo había pensado, y Mariela de no me importa. Las tres concluyen que el objetivo es la fuga.

Si se quedaban en la realidad de su ciudad natal, se quedaban en el remolino hacia arriba, hacia abajo y hacia ninguna parte, el mismo desde el día en que cumplieron los 15 años. Una ciudad que repite conversaciones, personas, experiencias y hasta olores (a cuetes) en cada uno de los fines de año. Como las moscas que se quedan pegadas al plástico extendido cubierto de miel. En este plástico se alojan miles sin que sientan necesario zafarse, sonriendo, como si fuera normal y cómodo estar ahí.
Llegaron a una avenida cercana al lugar en donde iban a ver a los desconocidos, pretendían encontrar una tienda de licores y comprar alguna botella para la cena. Entre los locales el primero era de dulces mexicanos que tenía un nombre que hacía rima con la palabra Oaxaca, después pasaron un local de pollo frito, unos más que estaban abandonados, un local de electrónicos hasta que alguna comentó que parecía un barrio de esos que aparecen en las películas de Hollywood, donde tienes americanos de toda raza excepto blancos. Caminaron entre las calles como si estuvieran ensayando un paso de rap, rieron de la no realidad de la que ahora formaba parte.

Entraron a una tienda de licores atendida por un coreano, el coreano las envío a un súper mercado, el mercado tenían las cajas llenas de parejas y familias comprando pollo rostizado, bolsas de congelados, cerveza y vino espumoso. Encontraron botellas de vino de colores rojos, rosas o casi transparentes, las etiquetas tenían dibujos de animales de zafari. Al final salieron al encuentro de aquella calle escenario del paso de rap,  comenzaba a meterse el sol entre las casas y entre las casas había un límite visible del día y la noche. Así que esto es L.A. dijo alguna y todas rieron.
Después de varias vueltas llegaron a una tienda donde compraron cerveza y dos tintos. Se fueron al encuentro de los desconocidos, llegaron a una casa verde tomada por decoraciones navideñas que en lugar de acogerlas las hizo dudar (¿fuga?), uno de los desconocidos salió al encuentro y ya no hubo vuelta atrás. Ellos se entusiasmaron con la visita, todos se terminaron la primera cerveza del día y en grupo fueron al hotel Azul Inn. La emoción llevó a los desconocidos a pagar el cuarto de ellas, ellas se hicieron como que veían el techo, los volantes turísticos, la televisión de la recepción, después agradecieron y fueron a cambiarse.

Al volver a la casa navideña en vestido y zapatos todos tomaron vino, cenaron y terminaron con algunos whiskeys. Pidieron un taxi para dirigirse al bar, a Lisa le tocó el desconocido número dos y platicaron; a Mariela le tocó el gringo a su lado, y a Bea conocer al número uno. La conclusión en el baño fue que ninguna estaba emocionada por los desconocidos, las tres desearon que fueran aún más desconocidos como para irse a conocer a otros. Sin embargo, el número uno sacó MDMA y las tres sonrieron como si les hubiera aparecido un billete de cien dólares en sus bolsas. Tomaron sus dosis y la fiesta se volvió fiesta. Bea corría por el lugar sobre la espalda del número uno. Mariela coqueteaba con el dos como si fuera el hombre más interesante de Los Ángeles, California. Lisa perdió de vista al gringo y se encontró con un argentino, dejó al argentino y conoció a uno de Nueva Orleans, dejó al negro y platicó con uno de los de la banda en vivo, bailó sobre el escenario y caminó por todo el lugar hasta que encontró a Gio. Ambos sonrieron, uno al otro, como si se encontraran en una isla siendo los únicos, se acercaron siguiendo una línea recta. Todas felices para siempre por las próximas dos horas, comenzaba un nuevo año. Beso, abrazo, feliz dos mil trece, mira que somos tres y tres.

Horas más tarde Bea y el uno estaban destruyendo el lugar quebrando botellas, Mariela y el dos reían aunque Mariela volteaba a ver a todas partes en señal de socorro. En el baño Lisa besaba a Gio hasta que alguien no paraba de tocar la puerta. Cuando Lisa y Gio volvieron con los demás, ya se habían ido y había un montón de vidrio por el suelo, los meseros no dejaban de juzgarlos con su mirada, retrocedieron y salieron. En la calle esperaron por una hora y media a un taxi que les cobró cincuenta dólares para llegar hasta la casa del amigo de Gio.

En el trayecto Lisa se enteró que Gio venía de Nueva York, visitaba a un amigo de Georgia que vivía en Los Ángeles. Georgia, huh?, cool! Después supo que no era de Georgia el estado sino el país, que se llamaba Jorge como el 80 por ciento de los hombres de aquel lugar y que lo apodaban Gio como a Giorgio Armani, dijo ella y se sintió tonta.

Al llegar al departamento del amigo georgiano detectó algunos libros en otro idioma, alfombra, ventana y balcón hacia una alberca medio sucia (tal vez por la temporada). Comenzaron a besarse hasta que Lisa se quedó dormida, su último recuerdo fue el de un sexo malo pero tampoco podía describir detalles, tal vez lo había imaginado, estaba cansada y no podía dejar de cerrar los ojos.
Al siguiente día Lisa despertó en calzones entre los brazos del georgiano, ambos en un sillón de la sala donde en cualquier momento podía bajar el amigo y verlos. Al verlo dormido cree Gio tiene una cara linda y se conforma.

Gio se despierta, la besa en el cachete y en la boca, Lisa está lista para una segunda vuelta (para ver si así se acuerda). Lisa trae los pechos hinchados esto la prende, se siente mejor desnuda que con ropa… sin que Gio se despierte comienza a besarlo, le muerde una oreja, le acaricia la cabeza, el cabello, el cuello, le toma el pecho con sus dos manos, lo rasguña, le aprieta el abdomen, y los muslos hasta las pantorrillas, regresa sus manos a los muslos, mete su mano adentro del bóxer y se detiene. Gio ya despierto reacciona y pregunta qué pasa, claro que sabe qué es lo que pasa pero Lisa disimula y continúa acariciándolo, ya no quiere montarse en él, ni tener sexo, voltea a ver su vestido en el suelo como si fuera a brincar y tomarlo junto con los zapatos para salir corriendo. Corre Lisa corre, piensa, no tengas sexo malo. Pero no a Lisa le da por la caridad, se monta sobre Gio, frota su cuerpo con el de él por un tiempo considerable, se baja los calzones mientras Gio se pone el condón. Lisa se decide, toma el pequeño artefacto y se lo mete, se mueve hacia arriba hacia abajo, grita un poco pensando más en sus pechos que en el sexo que está teniendo, Gio se viene, Lisa se quita, lo abraza un poco, se levanta, camina desnuda, se pone los calzones, se pone el vestido, toma los zapatos, Gio la observa, le dice que la acompaña a tomar un taxi pero que quiere darse antes un baño. Lisa mueve los hombros en señal ya nada de lo que siga puede decepcionarme. Y ve a Gio subir por las escaleras mientras piensa, ¿cómo le hacen los hombres con un pito tan pequeño?, ¿cómo?, ¿ algún día llegan a tener buen sexo?, ¿habrá mujeres que se apiaden de ellos no sólo por una noche sino por el resto de sus vidas?, y pensar que Georgia está tan pegado a Rusia y pensar que la rusa no puede ser posible con un pene como ése.

Lisa se sienta sobre el sillón, acerca la computadora que está sobre la mesa pensando que es de Gio, reconoce que disfruta el jazz que toca. Sabe que el amigo georgiano no bajará. Comienza a hurgar entre los documentos que tiene a la vista, encuentra algunas fotos de un concierto de jazz que posiblemente tuvo lugar en Nueva York hace unos días, y revisa el horario de clases de box de algún gimnasio de aquella ciudad.

Se levanta, toma la cámara profesional de Gio, sale al balcón y comienza a tomar fotos de los objetos que encuentra con el lente: la alberca sucia, un salvavidas rosa chillón flotando, una banca deshecha, las macetas sin plantas del balcón vecino, el cuadrado que dibuja el sol en la pared del edificio de enfrente.

Baja Gio, abraza a Lisa por detrás y toma la cámara de sus manos. Salen a la búsqueda de un taxi. Lisa camina en sus tacones, el vestido del día anterior y una sonrisa de no tengo de otra parezco una puta (una puta caritativa). Gio la toma de la mano como si fuera su pareja mientras bajan una colina y por un momento Lisa reconoce el verde de California, el aire fresco y cálido al mismo tiempo, Los Ángeles, el azul del cielo y hasta cree sentir un nuevo año, la libertad, mientras va cuesta abajo por una ciudad desconocida con un hombre desconocido después de un mal sexo.

Después de terminarse el jugo artificial de fresa con naranja, Lisa le da un beso a Gio, se sube al taxi y cierra la puerta. Le entrega la tarjeta del azulín (Azul Inn) al taxista y recorren una eterna autopista en donde Lisa le lanza la historia que Gio es su novio ruso desde hace tres años, y ella es colombiana. El taxista intrigado pide más (del cuento) y ahora Lisa contesta con monosílabos.

En el reencuentro de Lisa, Bea y Mariela las tres se quejan del peor sexo de sus vidas, de la fiesta increíble que nadie recuerda y del largo recorrido que tienen que emprender de regreso. Mariela va al volante con un dip de cebolla entre las piernas al cual acude con una papita y otra de vez en cuando, Bea está medio dormida mientras Lisa se termina un café gigantesco con cuatro cucharadas de azúcar. Lisa cierra con una frase antes de que todas queden en silencio sobre que tal vez estuviera bueno que el auto se convirtiera en un punto de fuga y avanzar, avanzar, avanzar sin darse cuenta, estar de regreso en el origen insertarse en el plástico con miel de su pequeña ciudad, cerrar los ojos, sonreír, descansar un poco.

Felicia Ge
(c'est moi)

en algún otro blog (que tampoco es de papel) http://travelet.org/2013/02/viaje-tres-puntos-tres-y-tres-felicia-ge/

sábado, 9 de febrero de 2013

palabra de la semana: procrastinar

(Del lat. procrastinare).
1. tr. Diferir, aplazar.

Bibliografía:
 RAE
http://lema.rae.es/drae/?val=procrastinar
09, 02, 2013

De algunos verbos que conoces, reconoces, con el cual sientes odio-rencor, es el enemigo, es procrastinar. Su exceso de erres, la manera de encajarse entre el paladar y la lengua. El sentido contrario en el que corre y corres con él, ya que te jala, porque cuando está presente no creas y no quieres crear.

Has vuelto a la ciudad infinita, mar hubieras, energías, nubes de tierra, polvo, humo y risas, marea constante, tormenta bajo tormenta. Te reencontraste con todo y nada. Punto cero. Cero punto cero, cero, cero.

Sales con la intención de encontrar: sentido, vida, intención, objetivo.

Luego reconoces tu energía esparcida por doquier y nada, lanzada a un escusado, a un monólogo interno que corre hacia abajo, que cae al suelo, que de vez en vez se convierte en una conversación profunda, real pero hoy olvidada. El presente el simpre hoy hecho hoja blanca que convertir, cultivar.

Ni una sola excusa, excusa de escusado. Cuando reconozcas que se acerca la pe, la erre, la o, la ce, la erre (de nuevo), la a, la ese, la te, la i, la ene, a, y erre (para finalizar), písale el pie derecho con todas tus fuerzas, encájale el tacón y corre, corre, corre hasta que llegues al crear. Con esas erres de crear que salen como suspiro, toma el suspiro amárralo entre tus dedos: crea.


 

miércoles, 6 de febrero de 2013

Dios-dios, Adán, tú, yo y el otro

como renacuajo, fui remojada en el catolicismo de una escuela privada: no escuché, no hablé, no vi otra cosa que no fuera la palabra de Dios hasta que un día me volví rana y Dios se volvió dios, salté al mar (y aunque en el mar no hay ranas pues no sé cómo he sobrevivido, flotando, tal vez).



Dios-dios, Adán, tú, yo y el otro



Soy como cualquiera. Como todos. Como tú. Soy cualquiera. ¿Creo en Dios?, alguna vez creí en él por todos los días de un largo tiempo, luego dejé de creer.
Ahora, de vez en cuando creo. Han habido momentos en los que siento temor, en los que quiero creer que existe: Dios, y creo. Un lunes por la noche o un domingo al amanecer. Quiero una posibilidad fuera de mí. Creo y luego existe. Después me duermo, me levanto y nuevamente Dios no existe. Y es como si nunca hubiese existido. Me río de él y de mí.
            Pude haber sido cualquiera pero soy yo, no soy tú. Aunque te diga que te entiendo, no es cierto. Tampoco me creas que siento lo que sientes. No me pondré en tus zapatos, no voy a tener tus pantalones, ni me va a quedar otro saco que el que uso.
Estoy condenada a una vista de dos ojos, a mi propio pulso; a subir y bajar, caminar, correr con sólo este par de piernas y pies. No soy como tú, no he sido, ni seré. Y si mi boca suelta unas cuantas palabras como yo era como tú o quisiera ser como eres, dime que miento.
Miento, me invento historias de una yo que deseo, quiero darme crédito de lo que sucede y me gusta, de la que soy y no soy, la que imagino, la que quisiera y jamás voy a ser entonces pretendo.
            He deseado la vida de otro, he deseado su suerte. Lo he deseado tanto que signifique su muerte o tu muerte. Pero me creo incapaz de matar o no logro aceptarme o aceptarte que soy capaz. Descarada. Yo también lo pienso. Porque he matado tantas veces, todos los días deseo la muerte del otro. Tal vez la tuya. Nadie ve las cosas como yo, tú no sientes lo que estoy sintiendo, tienes tu propio pulso. Jamás me entenderás, no nos comprenderemos.

Hoy no creo en dios. Pero es el único que creo creó al hombre, a su imagen y semejanza, y todo eso: Adán. Que si lo lees al revés, lees náda. De la nada nace Adán. O de dios o de Dios. Ahora sé, siento y creo que todos incluyéndote a ti somos Adán.. Que si volteas las letras dice náda somos. Somos Adán y nada.
Y eres el Adán de un día minuto momento sobre un entorno en un todo que sucedió como orquesta sucede el tiempo, como sucediste y sigues sucediendo, todo eso que te configura, pero también pudiste haber sido otro.
Cualquiera pudo haber tomado la forma, mente, el espíritu, la energía, las vibraciones y pulsaciones de otro. Pero no, estás condenado a ser tú.

Hoy también vi al otro, a ti, a los otros en él. Un hombre en una gran camioneta negra último modelo que se lanzó contra otro hombre, el otro en una bicicleta la cual traía una silla para niño. El hombre en bicicleta (¿afortunadamente?) iba solo. El hombre de la camioneta al golpearlo y asustarlo gritó “¿por qué me pegas pendejo?”. Todos los demás, nosotros, los otros, el dueño del café, los clientes (yo incluida), los limpia-coches esperamos una reacción de alguien, del otro, de los otros, guardamos silencio esperando. El de la bicicleta pedaleó rápidamente, no dijo algo y sólo se fue. El hombre de la camioneta se subió, dio un portazo y arrancó. Después del silencio, los demás, nosotros, volvimos a lo nuestro. El limpia-coches remojó su trapo, una de las clientes siguió su lectura, el dueño del lugar me preguntó qué deseaba, ordené un café del día y comencé a escribir como cualquiera y ahora tú lo estás leyendo.

domingo, 3 de febrero de 2013

ser tú: tú, tú, tú

Eres varias, eres todas, eres ninguna, eres tú. Eres la que más te gusta y la que odias. Te amas, te desprecias. Te sonríes, aprietas los dientes pensando en ti misma. Esto sí: ya no quieres ser nadie más, ya entendiste que los demás son siempre mejores que tú en ser ellos entonces para qué intentar ser otra.

Hoy para ser tú intentas el sí: sí. Sólo algunas veces dices no porque natural, brota. Para ser tú es necesario ser el no soy. Sí, algo así.

Desde que volviste a esta ciudad te deslizas con velocidad sobre la montaña de cemento, te deslizas, te caes, te levantas, te sacudes y sigues. Como cuando estabas en la montaña de nieve, como cuando intentabas esquiar con todas tus fuerzas y tu mente y terminabas con todo el cuerpo extendido al ras de la nieve viendo a los otros pasar, los otros que pasaban con sus vidas y sus hijos y sus risas y tu no lograbas avanzar,  te encajabas entre piedras blancas imaginarias, miedo. Intentando desprenderte de aquello que no forma parte de tu vida y vas cargando, ¿qué es eso que llevas y a dónde? Hoy estás de nuevo en la montaña, hoy es gris no es blanca, hoy estás con los brazos abiertos bajando deslizando tu cuerpo ¡Eres parte de ellos! De los que se deslizan y fluyen y avanzan y ríen y viven y siguen en busca del brinco, del salto, del vuelo. No pares carajo no hay nada que temer la muerte está siempre y nunca hasta que llega y ya no importa. Sigue carajo, tú sigue.